¿ES LA JUSTICIA DIVINA LA QUE, FINALMENTE, REIVINDICA A LA MANCILLADA DAMA DE LA ESPADA Y LA BALANZA DE LA JUSTICIA TERRENAL?
Batalla de Boyacá, óleo de Martín Tovar y Tovar, París 1880
¿Cómo sería el mundo si cada individuo profesara respeto profundo a la justicia y a su adecuada administración? El hombre se sentiría respaldado, confiado, porque las leyes actuarían siempre atrayendo sentencias justas, el orden, la paz y corrigiendo, a tiempo, al que se inclina por comportamientos inarmónicos que discrepan del buen funcionamiento de una sociedad sana y equilibrada.
Pero, ¿de dónde viene la justicia? ¿Cuándo se creó? ¿Quién le dio vida? En el libro del Génesis, de las Sagradas Escrituras, vemos un antecedente palpable de lo que vendría a ser justicia, justicia divina. Cuando Dios disgustado y decepcionado con nuestros primeros padres, Adán y Eva, los expulsa del Paraíso Terrenal, al ser tentados por la envidiosa y astuta serpiente a comer del árbol prohibido, entrando en ellos la malicia y el querer ser dioses como Dios. Fue su desobediencia sobre la que el Padre Magnánimo, esplendido en generosidad y amor, Quien puso toda su Creación a sus pies, debió actuar imponiendo, en ese momento, ¡justicia!
Según los estudiosos bíblicos, la palabra justicia se menciona al menos cuatrocientas veces en el Libro Sagrado. Se describe como la virtud donde se señala que todos los humanos son iguales ante Dios y tienen el derecho de ser tratados con DIGNIDAD Y RECTITUD, sin importar quiénes sean. Sin embargo, esta noble y justa acción tiene su origen cuando el Omnipotente en Génesis 1: 26,27 ordenó: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.”
Volviendo a los actos de justicia de Dios, señalados en las Divinas Escrituras, se revelan cuando Dios escogiendo a Abraham, el Padre de Muchas Naciones y de la fe, debía enseñar a su familia a guardar el camino del Señor, practicando RECTITUD Y JUSTICIA.
Igualmente, cuando condenó, de por vida, a Caín al destierro, como vagabundo errante, metafóricamente arrastrándose como un reptil por el mundo, a causa de haber asesinado a su hermano Abel. Y cuando liberó al pueblo hebreo de la esclavitud egipcia. Pero, más tarde, en su peregrinar por el desierto, no fue el pueblo agradecido, que liberó de la opresión faraónica, sino el pueblo réprobo, que se rebeló contra Dios. Por ello, debió escribir con fuego las normas, el corazón, el faro de justicia para los hombres de todos los tiempos, los Mandamientos de la Ley de Dios, entregados a Moisés en el Monte Sinaí.
Asimismo, cuando llevó a Judith a liberar a su pueblo Israel de la tiranía de saqueos, violaciones y muerte del malvado Nabucodonosor II, al quitarle la cabeza a Holofernes, general asirio, al servicio de este rey de Nínive. De esta manera, el hombre direccionado por el Todopoderoso ve que Dios, además, de delegarnos la administración de su Creación no lo puede hacer, sin antes enseñarnos que vivir sin justicia, le impediría al hombre entregarse a empresa de tal envergadura.
Y en ese decálogo de amor que Dios dejó como herencia de libertad y felicidad a nosotros, sus hijos, nos ofrendó el mayor signo de su justicia, porque al decirnos que amasemos a Dios con toda nuestras fuerzas, con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón, con toda nuestra voluntad y con todo nuestro ser, sería esta una invitación para que todos nuestros actos, siendo libres, el Señor respeta nuestro libre albedrío, estuvieran enfocados a agradarlo a Él, a obrar el bien, a obedecerlo con amor, dado que nos creó con amor para el Amor, sólido muro de contención que nos impele a no transgredir sus leyes, a no traicionar su bondad, a actuar con justicia cristiana, para rescatar la justicia humana, imperfecta, de leyes y sentencias impías, abusivas, opresoras de los más indefensos, de los más vulnerables, cuyo único consuelo es saber que la Justicia de Dios jamás falla y se hace evidente su corrección desde aquí y aún más en la Eternidad.
... “DE DIOS NADIE SE BURLA”...
Con su Palabra en Proverbios 31: 8,9 nos invita a ser la voz de aquellos que no pueden defenderse: “Alza la voz, juzga con justicia, y defiende los derechos del afligido y del necesitado.” No nos dijo: “aprovéchense del débil. Engáñenlo. Saquen ventaja. Y hagan leyes impías, como ocurre hoy en países Latinoamericanos como Colombia, que dan pie a hacerle daño a los indefensos -viudas, huérfanos, niños, madres cabeza de familia, ancianos, enfermos- y secundan la maldad.”
En el Salmo 146: 7, 8, el Señor hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos, pero frustra el camino a los impíos: “Hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados.”
En Gálatas 6:7, expresa: “No se engañen, de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra”. Y en Romanos 2:6 manifiesta: “Porque Dios pagará a cada uno según lo merezcan sus obras”.
En el libro del profeta Miqueas 6:8, el Altísimo nos advierte qué espera del hombre, cuando en su Palabra nos revela Sus salvadoras enseñanzas: “Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama. Tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios”.
LOS MANDAMIENTOS, JUSTICIA PERFECTA
No obstante, para los teólogos y conocedores de las Escrituras, los Mandamientos son el punto de partida para hacer de la justicia humana, terrenal, una justicia más recta, menos imperfecta, porque está basada en vivir el Reino de Dios aquí en este plano temporal. Jesús, aún cuando su inocencia era evidente, su Reino debía ser perpetuado con su sacrificio en la Cruz. Un acto de justicia redentora, liberando al mundo de la esclavitud del pecado. Una enseñanza de amor infinito, porque nadie tiene más amor que Aquel que da su vida por el hermano. Por eso, el Maestro, le dijo a Pilato: “Mi Reino no es de este mundo”, porque allí se vive la plenitud del amor. No hay ingreso a la mezquindad, a las injusticias, a la codicia, al engaño, a los subterfugios del corazón humano y de las limitaciones de la prisión material.
LA FAMILIA Y SUS VALORES, OBRAN JUSTICIA
Sin la fuerza moral que emana de la Dirección Divina, ninguna sociedad florecería, ni tampoco la familia sería el eje central sobre el cual evolucionaría toda cultura y civilización. Cuando nos negamos a dejarnos regir por las enseñanzas cristianas del amor, de la ética, la moral y disolvemos la familia, como piedra angular de la sociedad y muro de contención de todo totalitarismo, viene el declive y la destrucción de la civilización humana, porque la justicia y su cumplimiento se sustentan en la poderosa organización familiar, de donde se desprenden las reglas de la moral, la fe, las virtudes y los valores.
LA SUBCULTURA DE LO ILÍCITO SOCAVA EL ESPÍRITU DE LA JUSTICIA
Por eso, no es de extrañar que el relajamiento de las costumbres, los antivalores, el descreimiento y sociedades que se dejan permear y gobernar por la subcultura de lo ilícito, vivan de espaldas a la fe en un Supremo Creador, porque necesitan moverse en un mundo de tinieblas corrupto, alimentando el caos y adueñándose de todos los entes de justicia, para continuar con sus empresas lucrativas del mal, comprando a todo aquel que se deje poner un precio, hasta inutilizar y depreciar a la justiciera dama, de espada y balanza, subordinándola a la ley de la criminalidad.
Entonces, de heroína justiciera pasa a ser antiheroína anárquica y el sindicado, en algunas circunstancias, hace las veces de juez y parte, logrando impunidad total de sus delitos.
... “NO TIENE FACULTADES EXTRAORDINARIAS PARA LEGISLAR EN ESTA MATERIA”...
Este crudo y riesgoso panorama lo vemos en Colombia, donde las Altas Cortes, en este caso el Consejo de Estado, a partir del Decreto 0799, expedido por el Ejecutivo, le quita competencia en tutelas contra el presidente de la República. Norma que, al parecer, es tildada de inconstitucional por juristas y expertos Constitucionalistas, donde, se vulnera el principio de separación de poderes y afecta el equilibrio institucional, además, de no tener viabilidad jurídica, porque, según afirman estos especialistas, el mandatario no tiene facultades extraordinarias para legislar en esta materia, sin autorización previa del Congreso.
Aparte de que delega a Jueces de Circuito, abogados que no tienen la formación y experiencia de los magistrados, los cuales sí tienen algo más de quince años para el manejo de estos temas.
Y porque, según lo ratifican algunos profesionales expertos en la rama del derecho, está sujeto a las causales de impedimento de cualquier servidor público de la administración y la principal causal de impedimento es la de tener interés directo y particular en la decisión que se toma y que lo afecta directamente en el ejercicio de su cargo.
Pero, en nuestro país reina el desorden, un sentimiento de inseguridad jurídica y lo que se busca es asestarle golpe mortal al Estado de Derecho, acabar con la institucionalidad, con la democracia, el equilibrio de poderes, el Congreso, obstaculizar, si se puede, las elecciones de 2026. En fin, dar paso a regímenes autoritarios, donde la justicia permanece tras las rejas. Sin ley y sin Dios. El dueño y señor es el dictador y donde peligra la libertad de expresión y la justicia es silenciada en manos del crimen transnacional organizado y la autocracia dominante.
Y es la fe en Dios que nos recuerda nuestra esencia divina, nos sensibiliza, nos humaniza, nos hace justos. Nos enseña que amarlo a Él por sobre todas las cosas, nos conduce a amar a nuestro prójimo, a no hacerle daño y a respetar sus libertades. Pero, el gran peligro actual es la fusión entre el negocio ilícito, el incremento de grupos armados y la dictadura socialista que corrompen la justicia, afectan el orden público, la seguridad y aniquilan la democracia.
EL LIBERTADOR Y SU IDEA DE JUSTICIA
Hoy, en esta fecha con olor y ánimo irrenunciable de LIBERTAD, 20 de julio, nos urge sanar nuestra herida democracia. Poner en orden la justicia y nuestra amada Patria. Lanzar un Segundo Grito de Independencia que nos libere de la pesadilla de la criminalidad rampante en ciudades y campos, del declive moral presente en las altas esferas del poder, del oprobio de regímenes autoritarios de miseria y destrucción y de aquellos politiqueros que prevarican e irrespetan el articulado Constitucional. Por ello, homenajeamos la memoria y los actos valerosos, guiados por la Sabiduría de Dios, diáfanos e insistentes de nuestro Emancipador, el Libertador Simón Bolívar, quien nos legó el acto de justicia de enorme trascendencia para el Continente Latinoamericano y, en especial, para Colombia, la Independencia de los criollos de la dominación colonial española, formando el Ejército que traería la victoria de la libertad y velaría por la Soberanía Nacional, con un juramento sagrado e inviolable ante el Tricolor Patrio.
Bolívar, el hombre de las dificultades, veía la justicia como la garantía de la libertad, y no como un instrumento para oprimir a otros. La justicia debía proteger a los ciudadanos y asegurar sus derechos. Es la base para construir sociedades libres, igualitarias y prósperas.
En 1815, en su discurso en la instalación del gobierno de la Nueva Granada expresó: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ella se sostiene la igualdad y la libertad”.
En el proyecto de Constitución de la República de Venezuela propone el Poder Moral, denominado Poder Ciudadano, en el cual sentencia: “Haz a los otros lo que quisieras para tí. No hagas a otro lo que no quieras para tí; son los dos principios eternos de la justicia natural en que están encerrados todos los derechos respecto a los individuos...”.
En 1828, en una de sus estadías en Bogotá envía un mensaje a la Convención reunida en Ocaña: “La corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos.
En su Manifiesto de Cartagena señala: “Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si estos son prósperos y serenos, él dulce y protector, pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse temible y armarse a una fuerza igual, sin atender leyes ni constituciones, ínterin no se restablezca la felicidad y la paz”.
... “A LOS QUE TIENEN ALMA, LA RECOMPENSA DE LAS ALMAS”...
Los grandes pensadores, oradores y escritores se referían a la justicia como la cosecha y el pan de los pueblos. Y de la libertad que es la riqueza, el descanso y la gloria de los pueblos. Cuando luzca el gran día del juicio final de los pueblos, se les dirá: “¿Qué hiciste de tu alma? No ha sido visto de ella ni señal ni huella. ¿Todo lo han sido para tí los goces del bruto? Has gustado del lodo, anda a pudrirte en el lodo”.
Y, por el contrario, el pueblo que por encima de los bienes materiales haya colocado en su corazón los bienes verdaderos, los espirituales, que para conquistarlos no haya perdonado medio ni fatiga, trabajo ni sacrificio, oirá estas palabras: “A los que tienen alma, la recompensa de las almas. Por cuanto has amado más que todas las cosas la LIBERTAD Y LA JUSTICIA, ve y posee para siempre la justicia y la libertad. (Textos Revista LLAMAS)