sábado, 6 de septiembre de 2025

¡COLOMBIANOS! ¡ES SIGNO DE GRANDEZA TENER UN GESTO DE NOBLEZA Y GRATITUD POR EL HOMBRE, SÍMBOLO DE LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA DE AMÉRICA, SIMÓN BOLÍVAR. "INVOCAR A SIMÓN BOLÍVAR PARA JUSTIFICAR LA PERMANENCIA DE UNA DICTADURA NO SOLO ES UNA MANIPULACIÓN HISTÓRICA: ES UNA AFRENTA DIRECTA A LOS IDEALES DE LIBERTAD"... JUAN JOSÉ GÓMEZ, MIEMBRO SOCIEDAD BOLIVARIANA DE COLOMBIA.-

 






Virgen de La Libertad, Tutazá, Boyacá


"Simón Bolívar fue un católico practicante como ninguno. Existe documentación completa no solo de su bautismo, confirmación y matrimonio, sino también de su constante invocación a Dios y del respeto a la Iglesia y al Papa, así como de sus actos de piedad. No dejaba las misas los domingos, y cuando iba a las campañas por la Independencia, llevaba un capellán". Monseñor Alfonso de Jesús Alfonso Vaz.-


Petro se equivoca otra vez












 Por Juan José Gómez (ifmnoticias.com)    


Antes de sentarme a escribir esta columna pensé que me sentiría satisfecho si, por una sola vez, pudiera redactar un texto que no fuera crítico sino, al menos, favorable a Gustavo Petro. Alguna acción concreta, una frase o palabra suya que pudiera rescatar en beneficio de Colombia o de los colombianos. Lo intenté en el pasado —aunque no recientemente por conocidísimas razones— con la esperanza de hallarle un gesto digno de reconocimiento. Con toda honestidad debo admitir que no lo encontré entonces y tampoco lo encuentro ahora.

La razón inmediata es su reciente afirmación de que Colombia debe ser solidaria con Venezuela, o mejor dicho, con el régimen venezolano. Según el mandatario, porque somos hijos del Libertador y compartimos una misma bandera —cuando en realidad lo único común son los colores—. Argumentos endebles que, además, coinciden sospechosamente con el discurso de Nicolás Maduro, quien se jacta de que soldados colombianos apoyarían a su ejército en caso de que Estados Unidos decidiera justamente capturarlo a él y a sus cómplices.

Como miembro activo de la Sociedad Bolivariana de Colombia, me siento en la obligación de defender la memoria del Libertador de manera más auténtica que Nicolás Maduro y sus secuaces. Invocar a Simón Bolívar para justificar la permanencia de una dictadura no solo es una manipulación histórica: es una afrenta directa a los ideales de libertad, justicia y dignidad que él encarnó.

Que los colombianos y los venezolanos compartimos lazos de sangre, cultura y destino es una verdad indiscutible. Nos sentimos y somos hermanos de los venezolanos demócratas y patriotas que, con valentía, se enfrentan a la opresión. Pero de ninguna manera podemos ser —ni seremos jamás— hermanos de quienes han instaurado un régimen autoritario que se robó unas elecciones, desconoció la voluntad popular y bloqueó la posesión del legítimo presidente electo.

Pretender que la solidaridad con Venezuela se traduzca en respaldo al aparato dictatorial de Maduro es, en el mejor de los casos, un error histórico y político; y en el peor, una claudicación moral.

En este contexto, no resulta extraño que Estados Unidos tenga razones de peso para buscar la captura de los mafiosos que integran el llamado “Cartel de los Soles”, enquistado en la cúpula del régimen venezolano. No se trata de un simple diferendo diplomático, sino de una lucha frontal contra estructuras criminales dedicadas al narcotráfico que envenenan no solo a la juventud norteamericana, sino también a poblaciones de todos los países que sufren las consecuencias de este negocio infame.

Si Bolívar levantara la mirada, estaría de acuerdo en que la verdadera lealtad a su legado no consiste en tolerar dictaduras disfrazadas de “revoluciones”, sino en actuar contra quienes pisotean los principios de libertad, orden, justicia y democracia. Respaldar la captura de quienes han convertido un Estado en guarida del narcotráfico no es plegarse a intereses extranjeros: es alinearse con la esencia misma del proyecto bolivariano, que jamás habría aceptado la degradación moral y política que hoy padece Venezuela bajo Maduro.

Más allá del agravio histórico, la postura del presidente Petro plantea interrogantes graves sobre el rumbo diplomático de Colombia en América Latina. Mientras democracias como Ecuador, Uruguay o Argentina han mantenido distancia crítica frente al régimen de Maduro, Colombia corre el riesgo de acabar de aislarse moralmente al confundir la solidaridad entre pueblos con la indulgencia frente a gobiernos autoritarios. Esta ambigüedad no solo debilita nuestra voz en foros internacionales, sino que compromete la coherencia de nuestra política exterior, que debería estar alineada con la defensa de los derechos humanos, la legalidad y la institucionalidad democrática.

Además, el respaldo implícito al régimen venezolano ignora el impacto directo que esta complicidad puede tener en Colombia: desde el golpe injusto a la ya abatida moral de la desbordada diáspora venezolana -me refiero a los venezolanos decentes y dignos- hasta la mayor penetración de redes terroristas y criminales transnacionales que operan en la frontera. ¿Qué mensaje se envía a los millones de venezolanos que han huido de la represión y la miseria? ¿Qué garantías ofrece el Estado colombiano a sus propios ciudadanos cuando se acerca a un régimen señalado por crímenes de lesa humanidad?

La verdadera hermandad no se construye sobre silencios cómplices ni sobre gestos diplomáticos y militares de criminal solidaridad. Se edifica sobre la defensa activa de la libertad, la justicia y la dignidad. Y si Petro quisiera realmente honrar la memoria del Libertador, debería recordar que Bolívar no luchó para perpetuar tiranías, sino para liberar pueblos. Su legado exige claridad moral, no ambigüedad política.

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