martes, 19 de mayo de 2015

LLAMAS ADVIERTE ANTE AVALANCHAS COMO LAS DE SALGAR: LA CONSIGNA ES ¡REFORESTAR, REFORESTAR Y REFORESTAR!


ANTE AVALANCHAS COMO LAS DE SALGAR: LA CONSIGNA EN COLOMBIA ES ¡REFORESTAR, REFORESTAR Y REFORESTAR!

Según expertos en la materia entre ambientalistas, geológos y prevencionistas, en Colombia, no hay duda que estas han sido tragedias ya anunciadas. Como fueron las de Armero, las del río Páez, pero con todo y los resultados dolorosos que han arrojado, la lección no la hemos  aprendido todavía.



FOTO EL ESPECTADOR




En casos como estos, como reza el viejo adagio: “Soldado prevenido no muere en guerra”  y es que la prevención es la respuesta más valiosa para que comunidades en situaciones de riesgo  puedan evitar, con éxito, las duras consecuencias  que la naturaleza reserva cuando el hombre la descuida. Y no basta sólo con las ayudas tempranas que, en la mayoría de veces, son obedecidas por los habitantes de poblaciones vulnerables, pero que, en otras ocasiones, no son atendidas como se debería. En Armero, por ejemplo, sabían que una tragedia se aproximaba, pero algunos de sus pobladores no obedecieron al llamado para evacuar por temor a perder lo que tenían, su tierra, casas y pertenencias.


Desde esta tribuna virtual rememoramos lo que pasó con Armero y Páez, pero parece que la muerte, el dolor son la constante en estas zonas de América Latina, y tienden a acentuarse también, gracias, a fenómenos cambiantes del clima, favorecidos, claro está, por la mano del hombre.

Hoy lloramos la muerte de más hermanos colombianos por la avalancha en Salgar, suroeste antioqueño y escuchamos sus voces de lamento cuando dicen: “Pero ya se sabía que las continuas precipitaciones estaban represando el agua en la parte alta de la quebrada La Liboriana”, con los consecuentes  derrumbes y destrucción que produjo la desaparición de La Margarita, corregimiento de Salgar.

Ahora, la pregunta obligada de muchos es: ¿cuántos lugares más de nuestra débil topografía estarán próximos a sufrir las terribles consecuencias de un devastador albur, cuando las partes altas de las cuencas y las riberas de ríos y quebradas presentan una importante deforestación?

También las voces de reconocidos ingenieros ambientalistas y forestales señalan a la minería irresponsable como detonante propicio para derrumbes y contaminación de ríos y fuentes hídricas, esto a causa del arboricidio que se realiza en distintas zonas del país.



FOTO EFE 


Volviendo a la tragedia de Salgar, las lluvias fueron de tal magnitud en esa región que, según su Secretario de Ambiente, el domingo, un día antes del funesto hecho, se registraron quince derrumbes en San José Plateado, una reserva natural de 447 hectáreas del páramo. Los drenajes naturales colapsaron, los desprendimientos de tierra taponaron una de las fuentes que aumenta la quebrada La Liboriana lo que habría desencadenado el mar de lodo.

En medio de tan lamentable hecho, es de destacar las continuas labores de los organismos de socorro que en precarias condiciones y  ambiente adverso encontraron entre el fango y los escombros cuerpos sin vida de los lugareños.

Asimismo, la tecnología hizo presencia en el lugar con la llegada de un escáner que detecta los latidos del corazón de personas sobrevivientes de este desastre.


Cabe recordar que, Colombia, no es el único país expuesto a estas situaciones de riesgo por las inclemencias del tiempo. Países como Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, en fin el continente latinoamericano se encuentra en el epicentro  conocido como Milenio de los Desastres Climáticos. El atraso, la pobreza, la falta de acceso a la educación, y programas eficientes de reforestación, entre otras carencias, los convierten en zonas  frágiles, donde la naturaleza vuelca lo malo que ella recibe o lo bueno que deja de recibir del hombre.

Es por ello que los ambientalistas y los empresarios del mundo están preocupados por la situación que atraviesan países como el nuestro y hacen un llamado a  las comunidades  colombianas vulnerables a que, junto con sus autoridades municipales y organismos internacionales,  no ahorren tiempo, ni esfuerzos,  para responder a los desafíos que nos presenta la realidad climática mundial.

Porque de seguir así, dicen los especialistas del clima, no alcanzará toda la ayuda financiera de los gobiernos  y organizaciones humanitarias para paliar la avalancha de continuos desastres de pueblos y ciudades que tienden a acentuarse en el mundo.



martes, 27 de enero de 2015

LLAMAS EN LA HISTORIA. SIGUE ESTA NARRACIÓN LITERARIA DE CÓMO EL FUEGO INDETENIBLE DESTRUYE UNA CIUDAD


LA ORACIÓN SOBRE EL INCENDIO


Lino Lara Plaza de Bolívar al día siguiente del incendio de Las Galerías de Arrubla 1900


Cuando, al correr implacable del tiempo, uno de vosotros, - tú amigo mio que apenas pisas el dintel de la vida-, con la cabeza cubierta de nieve y la frente inclinada bajo el peso del recuerdo, diga con voz vacilante y lejana: mis ojos mortales vieron el incendio...

El fatídico recuerdo será como una leyenda de tiempos y lugares abolidos, como una oscura tragedia irreal en medio del bosque tenebroso de senderos impracticables. Se dijera que todos los personajes de aquella tragedia deberían llevar, como los sobrehumanos héroes de los mitos esquilianos el signo oscuro y grave de un fatum implacable.

Y seguimos con todo viviendo nuestra vida cotidiana y aquella inenarrable aventura, por una singular antinomia, ha  sembrado en nuestro ánimo un frío inextinguible: nada nos entusiasma, poco nos conmueve. La desgracia selló en nuestros labios una sonrisa burlona y un estoicismo risueño nos tiene acorazados contra ella. Quisiéramos decir que ya nada en el mundo podrá pasarnos que valga la pena de un gesto doliente y que nuestros nervios se gastaron para siempre ante el espanto. Porque ante todo fuimos testigos y actores, héroes y espectadores de una de las mayores catástrofes que hayan azotado ciudad alguna más confiada y desprevenida.

Pero cuando tú mozo que apenas comienzas la vida, al fin de tus años ante los ojos atónitos de generaciones fútiles evoques el fatídico recuerdo, tomará de nuevo vida palpitante y terrible aquella desmelenada tragedia de cabellera de llamas que pasó sobre nosotros fulgurante, barriendo hasta los últimos escombros de todo nuestro pasado. Y a los oídos pueriles enseñaras la Oración Sobre el Incendio: -Mis ojos mortales vieron el incendio-.

La villa dormía silenciosa y apacible bajo el candor de una luna de plata. El viejo reloj de la iglesia iba dejando caer lentamente las horas cristalinas. Los tardos pasos del transeúnte retrasado resonaban contra los muros de secas maderas antiguas, sonoras como una vieja guitarra. Apenas sí en el silencio se escuchaba la frase cotidiana de un piano inexperto, cargado de tedio provincial y el ladrido de los perros insomnes en el suburbio argentado de luna.

De repente, salta sobre los tejados el grito de nuestra campana, la nuestra, la de nuestra infancia y de nuestra juventud, la más sonora y cristalina que azotó nunca los cielos abiertos. ¡Fuego! Grita nuestra campana sobre lo alto de su torre. Y tras de ceñir con mano temblorosa el sumario vestido nocturno, a la calle somnolienta. Dos sombras corren desaladas dando gritos: ¡Incendio! ¡Incendio! ya son diez, veinte, cuarenta. Un pequeño grupo se agita en la esquina trágica, ya por las ventanas asoman las lenguas azules y viperinas de la llama. Agua, poca: bombas, ninguna; herramientas... Nada, nada...; y el grupo espasmódico se queda por un momento hebetado de pavor, mudo y estático ante lo irremediable. ¡la ciudad estaba herida en el corazón! Lo que todos pensaban, lo que todos temían.

Fue un segundo de estupor, y saltó enseguida el ancestral instinto de la batalla, y la multitud se lanzó por las puertas abiertas. Ya el fuego hervía como un horno en el vientre del viejo caserón, palenque en otro tiempo de la belleza y del ensueño. Los armarios se derrumbaban cargados de cristalería, los cielos se hundían con estrépito, y llamas fugaces de puntas azules como puñales buídos se insinuaban en el corazón de las paredes polvorientas. Un acre olor de humo y polvo y drogas sin nombre llenaban el ambiente de la vieja farmacia. Algo se derrumbó con estrépito en el oscuro patio y en el tumulto que se agitaba en la penumbra, apedreando la llama con cuánto hallaba, la voz traidora del miedo murmuró: hay gasolina, hay dinamita, hay cápsulas... Y el tumulto retrocedió a la calle, a la esquina nefanda. Entre tanto, de todos los extremos acudían las gentes aterradas: eran centenares, eran millares. Manos robustas rompieron las puertas de los almacenes de ferretería y en una instante todas las armas de ataque y de defensa, todas las herramientas de trabajo, las más inverosímiles y las más incongruas, brillaron en las manos de los batalladores.

Los cuatro pisos del Escorial eran ya un horno bramador y la llama apenas oculta, detrás de los paredones ponía toques rojizos en los rostros sudorosos y angustiados. Una llama sutil cruzó la calle por el mismo alambre que lleva la luz y el trabajo, hasta el alero resquebrajado y humeante de la casa vecina y pronto la roja vegetación empenachó el viejo maderamen. En pocos instantes los techos fueron un enorme penacho que regala el incendio en chispas infinitas y los paredones sobre el horno voraz, y entonces las llamas lamieron las nubes. El incendio era ya un sol imposible de mirar. En una hora la lepra roja mordió y redujo a pavesas uno, dos, diez edificios. En un circulo, todavía estrecho los defensores de la ciudad batallaban sin descanso. En pocos instantes se cortaba un edificio del techo hasta los cimientos; pero en aquella batalla inacabable, la llama vencedora siempre, tomaba su desquite; unas veces hormigueaba rastrera por los sótanos oscuros, hasta que se agarraba con su tentáculo envolvente al muro combustible; otras se insinuaban en la cumbre del tejado, brillaban en un instante como estrellas impalpables, hasta que soltaban su caudal de chispas como cometa de destrucción.  

En la plaza, iluminada por el lívido reflejo de los cielos alguien gritó: ¡cañones! El regimiento no tenía cañones, otro dijo ¡dinamita! dónde estaba la dinamita, nadie tenía la dinamita. Lágrimas de coraje corrían de ojos que nunca lloraron. Había ya comenzado la fuga del habitante indefenso. Los jefes de comercios abrían sus cajas con mano temblorosa y torpe, y a tientas buscaban libros, y documentos preciosos, dinero, guardaban todo aquello a montones en cajas desvencijadas, y apenas tenían tiempo de huir.

Por las calles adyacentes que la luz indirecta del incendio hacía más tenebrosas hormigueaba, tropezando y cayendo la multitud espesa que empujaba bultos cerrados de mercancías o llevaba sobre los hombros brazadas de géneros que se iban derramando y desaparecían bajo los pies fangosos de la multitud.

Roto el acueducto en muchas partes, corría por las calles inútil y saltante, manos apresuradas cavaban la tierra con instrumentos inverosímiles, creaban en pocos momentos un tanque de agua, y con mil vasijas, las más nobles y las más humildes, azotaban con agua aquella montaña de fuego, con un gesto tanto más heroico, cuanto más inútil.

Y aquel huir de las familias aterradas ¡de las casas salían racimos de mujeres y niños, apenas vestidos, muchos descalzos, cayendo y tropezando entre la sombra lívida¡ Buscaban amparo en las casas vecinas y una hora después tenían que huir a lugares más inaccesibles. Gentes angustiadas circulaban por entre la multitud espesa preguntando por seres queridos.

El tiempo estaba abolido. Nadie sabía la hora, Podían haber pasado siglos o momentos. El incendio era ya una inmensa llaga que ocupaba espacios inverosímiles. De lo alto de los tejados humeantes en donde luchaban los héroes, por aquel inmenso cráter, se veía agitarse, colgados de los aleros vertiginosas, las pequeñas siluetas de otros héroes anónimos que batallaban contra lo imposible, danzando entre las llamas. A veces el fuego socavaba los altos edificios; lamía los fundamentos, inundaba las bases y las columnas. Por un momento las grávidas estructuras tambaleaban como navíos arcaicos sobre el tempestuoso mar de fuego, se inclinaban lentamente y en horrísonos fracasos se hundían en el lago incandescente. Por un momento una columna de humo y chispas subía hasta las nubes y luego el oleaje de fuego cubría el naufragio irremediable.

Había comenzado el saqueo. Hasta entonces - a qué horas Dios mio- toda la ciudad en masa, ricos, y pobres, proletarios y banqueros, batallaban como hermanos. Cuantas manos encallecidas en la construcción de las soberbias fábricas eran las más expertas en la defensa, en la destrucción necesaria. Insignes labradores del nogal imperecedero, artistas del cedro perfumado que lo pulieron en sabios artesanados, los forjadores del hierro sonoro, los que cavaron la tierra y amasaron el barro y soldaron el zinc, todos estaban en la briega inmisericorde. Ardía la obra de sus propias manos.

Los grupos defensores de la ciudad se hacían cada vez más escasos con el alargamiento del frente de batalla y anónimamente estalló la primera carga de dinamita. Era una pequeña cápsula de gelatina empotrada en un grueso muro de mampostería; la casa tembló pero quedó en pié. El heroico remedio consistía en crear una ancha zona de escombros en torno del fuego enemigo. una trinchera nivelada en donde pudiera el hombre luchar siquiera cara a cara con el adversario. Se ensayó una libra de la gelatina fulminante y los edificios apenas se doblaron sobre sus cimientos.

Hubo un sobresalto de energía para defender la Catedral y la Casa Municipal. el monumento de la fe y la sede de nuestra ciudad. Fue una lucha titánica y colérica. Ardían los edificios fronterizos y una muralla humana cubría materialmente los sagrados muros, tostados, lamidos por el calor radiante, y una tromba de agua lanzada a brazo los cubría incesantemente, humeaba un friso demasiado recalentado, a punto de entrar en combustión y un chorro de agua refrescaba el friso febricitante, tal mano filial que unge la frente de la madre moribunda. Fueron horas de angustia sin nombre en que la ciudad se batió y triunfó al pie de dos símbolos inmarcesibles. A media noche mientras ardía su propio hogar el Pastor había retirado su Majestad. Fue una escena de grandeza sobrehumana. Alumbrado por los reflejos cárdenos del incendio, con los ojos llenos de lágrimas, como un patriarca en el circo, bendijo su ciudad martirizada. Piadosas mujeres recogieron los objetos sagrados y de la Casa Municipal, manos solicitas llevaron a lugar seguro el archivo de nuestra vida común; los pesados mamotretos, los sagrados papeles de prosa inexperta y enérgica, que firmaron nuestros abuelos con sus manos encallecidas por el trabajo.

Después... El sopor del incendio. Una ciudad que arde, que arde resignada a morir. En los suburbios están amontonados los despojos informes y las gentes desoladas buscan morosas lo que fue suyo. Muy lejos humea el fuego todavía vivo e incansable. La plebe duerme de embriaguez y de cansancio. Y unos cuántos grupos de próceres, últimos defensores de la ciudadela hacia el poniente, parecen sombras infernales. Negros de lodo, polvo y humo, desolladas las manos pesadas, hambrientos y sedientos, exánimes, roncos, congestionados y con los ojos cárdenos, trabajan como sonámbulos, destrozados por el cansancio y la fiebre de la acción, tras veinte horas de lucha implacable. Era el fin. La ciudad había muerto y nunca más se levantaría de sus ruinas. Fragmentos del Texto escrito por Aquilino Villegas.

Este cuadro de destrucción sucedió hace años, cuando los medios para confinar incendios eran nulos y las manos para combatir devastadores fuegos eran inexpertas. Parece mentira que hoy, con la cada vez mayor capacitación de hombres y mujeres, muchos lugares de Colombia estén expuestos a los sinsabores que, a su paso, suele dejar un voraz incendio. Preguntémonos: ¿Nuestro municipio o ciudad cuenta con un organismo bomberil bien equipado y trabaja en condiciones dignas para enfrentar lo impredecible?  






viernes, 1 de agosto de 2014

REVISTA LLAMAS DESTACA EL COMUNICADO DE LA PROCURADURÍA EN EL CUAL INFORMA QUE, EN 459 MUNICIPIOS COLOMBIANOS, NO HAY CUERPOS DE BOMBEROS


Procuraduría General de la Nación, por graves afectaciones por fenómeno de “El Niño", hace un llamado a las autoridades para que implementen y fortalezcan el Sistema de Gestión del Riesgo de Desastres y los cuerpos de bomberos
Boletín 517
Fuente: PGN
Fecha Publicación: viernes, 25 julio 2014 06:45 PM

Incendios forestales en el Tolima (foto El Espectador)
Algunos de los municipios que no han reportado o actualizado sus planes a la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo son: Medellín, Barranquilla, Cartagena, Manizales, Popayán, Montería, Bogotá, Puerto Inírida, Riohacha, Santa Martha, Villavicencio, Mocoa, Sincelejo, Ibagué, Santiago de Cali, Puerto Carreño, Uribia, San Juan del Cesar, Soledad, La Jagua; entre otros.

·         Departamentos que no han reportado el Plan: Amazonas, Antioquia, Arauca, Boyacá, Caldas, Caquetá, Cauca, Cundinamarca, Guainía, Meta, Norte de Santander, Putumayo, Quindío, Santander, Valle del Cauca, Vaupés y Vichada.

Ante la situación que vive el país por el déficit de lluvias y las altas temperaturas por el denominado fenómeno de “El Niño”, la Procuraduría General de la Nación hace un llamado a las autoridades territoriales para que fortalezcan la aplicación del Sistema Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres.

Colombia, a pesar de que cuenta con modelos organizacionales y legislativos bien estructurados en materia de atención, prevención y superación de emergencias, en comparación con otros países de Latinoamérica, sus autoridades locales no han actuado con la diligencia y prontitud señalada en las leyes 1523 y 1575 de 2012, referidas al Sistema Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres y a la organización y fortalecimiento de los cuerpos de bomberos de todo el país.

En efecto, el marco normativo existente en Colombia está diseñado para que los municipios y departamentos se encuentren preparados para eventualidades como las que hoy padecemos, pero a la fecha, estos presentan dificultades en su ejecución por presunta falta de aplicación de los principios de planeación y celeridad en materia de gestión del riesgo, más aún cuando desde hace varios meses la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres y las autoridades competentes han advertido sobre la inminencia y alcance de la emergencia por el intenso verano.

Según información requerida por el Ministerio Público, solamente 15 de los 32 departamentos han reportado a la Unidad de Gestión del Riesgo la aprobación y plena implementación de los Planes Departamentales de Gestión del Riesgo de Desastres; y 617 municipios y distritos no han reportado implementación alguna de los mismos Planes de Gestión.

Frente a la implementación, organización y fortalecimiento de los Cuerpos de Bomberos en todo el país, como organismos competentes y capacitados para atender las emergencias ocasionadas por la sequía imperante, a pesar de los esfuerzos de las autoridades nacionales aun 459 alcaldes no han implementado la ley bomberil y podrían estar usando irregularmente los recursos de la sobretasa señalada en la ley para este fin.

Actualmente en 459 municipios de Colombia no existe Cuerpo de Bomberos, hay 643 estaciones de bomberos voluntarios u oficiales constituidas, de las cuales 377 se encuentran sin contrato.

De otra parte, el Ministerio Público insta a las autoridades territoriales y ambientales, en especial las Corporaciones Autónomas Regionales, para que actúen de manera pronta y eficiente en las investigaciones y sanciones a los responsables de los incendios forestales o de la destrucción de las fuentes de agua, así como en las acciones de recuperación del territorio afectado por los eventos catastróficos relacionados con el fenómeno climático.





viernes, 25 de julio de 2014

LLAMAS CONSIGNA: UN EDITORIAL QUE ESTREMECE POR INCENDIOS EN LA CIÉNAGA, MAGDALENA.



LOS COLOMBIANOS A QUIENES NOS DUELE LA SUPERVIVENCIA DE NUESTROS SANTUARIOS NATURALES NOS SEGUIMOS PREGUNTANDO: ¿HASTA CUÁNDO NUESTRA CASA TEMPORAL, LA TIERRA, PODRÁ RECUPERAR SU BELLO Y ORIGINAL ROSTRO, CUANDO NOSOTROS LOS HOMBRES, LOS GUARDIANES DE NUESTRO MUNDO, NO LA CUIDAMOS COMO DEBEMOS, PERDIENDO, DÍA TRAS DÍA, VERDADEROS TESOROS DE FAUNA, FLORA Y AGUA QUE SON NUESTRA RAZÓN DE VIDA?    



FOTO: HOY DIARIO DEL MAGDALENA
El humo saliendo de la naturaleza es como las lágrimas en el rostro de un niño. Anuncian que algo les ocurre.
La humareda gigantesca que sale de la Ciénaga Grande de Santa Marta es indicio de que algo grave sucede. Se están arrasando, a punta de candela viva, más de mil hectáreas de manglares de esta ciénaga y del Parque Isla Salamanca. El cono de la humareda es tan impresionante que cubre totalmente a Barranquilla y llega hasta Pozos Colorados y El Rodadero.
Después de la quema, quedan grandes zonas negras que hacen ver a la naturaleza como a un humano a quien le arrancan la piel. La cicatriz que queda es una gran capa de naturaleza muerta que demora por lo menos 20 años en recuperarse.

Es un incendio de grandes proporciones que no ha recibido la atención adecuada y amerita una gran movilización nacional. Es necesario militarizar la zona. Lo más grave es que este incendio no se ha dominado y se expande cada vez más. Medio se apaga y vuelve y se aviva a causa de las brisas fuertes, temperaturas elevadas y falta de lluvia.

Se están quemando ecosistemas vitales, manglares y zonas protegidas que requieren vigilancia, control y protección porque son la sala-cuna de la cadena biótica donde se generan significativos procesos de nutrición de la naturaleza en el que confluyen hongos, insectos, aves y peces en un gran ecosistema de más de 27 mil hectáreas. Todo esto tenemos que preservarlo intacto para las futuras generaciones.

La zona es el punto más importante para el desplazamiento (ida y regreso) que hacen millones de aves migratorias desde Canadá hasta el sur de Chile. Allí, en el Parque Isla Salamanca y en la Ciénaga Grande de Santa Marta tienen su fuente más rica de abastecimiento y descanso.

El incendio causa severos problemas respiratorios y de visibilidad en la vía. Lo que se está quemando en el sur de la Ciénaga Grande, en el sector de Sevillano, son grandes extensiones de naturaleza exuberante de la desembocadura de Río Frio que juegan un papel fundamental en el proceso de alimentación de agua dulce a la Ciénaga Grande y lo peor es que lleva varios días consumiéndose sin control.

Más abajo quedan las desembocaduras de los ríos Aracataca y Fundación, donde empieza el santuario de la Ciénaga Grande. Toda esa zona protegida debe quedar al amparo de las máximas autoridades ambientales. Lo que viene a futuro son problemas severos de sedimentación y mortandad de especies.

Parece ser que la causa de las quemas está en gente que pretende ampliar zonas de cultivo y ganarle terreno a la ciénaga y para ello desaparecen los manglares. Esta situación se agrava por la sequía.
Se requiere una gran coordinación de todas las autoridades competentes para utilizar toda la técnica moderna de apagar incendios como los helicópteros Bambi y que entren en acción los bomberos del municipio de Ciénaga, las autoridades ambientales de los departamentos de Magdalena y Atlántico y el Ejército Nacional.

Hay que atacar, con mayor control y vigilancia, lo que ocurre en la Ciénaga Grande. La Historia nos volverá a pasar la cuenta de cobro por haber abandonado nuestro principal ecosistema que viene recuperándose lentamente del detrimento que tuvo con la construcción de las dos carreteras que se hicieron sin ninguna prevención ambiental en 1956.

Hace 16 años, el Ministerio de Ambiente abrió los Caños del Clarín, Aguas Negras y Renegado e inyectó 150 m3/seg para oxigenar y recuperar el ecosistema. Esa obra gigantesca está en peligro.
Por último, lo más importante es que se afecta de manera dramática la paupérrima situación de la gente de Tasajera, Pueblo Viejo, Sitio Nuevo y Nueva Venecia. Estos ciudadanos necesitan, a gritos, un plan de recuperación social, ya.
ESCRITO POR EDUARDO VERANO DE LA ROSA.  24 JULIO 2014 (El INFORMADOR, del magdalena.-)



lunes, 19 de mayo de 2014

LLAMAS CONMOVIDA POR LOS 32 NIÑOS CALCINADOS PREVIENE: ¡NO MÁS BUSES DE LA MUERTE!





 PLACAS XVM044, ¡EL BUS DE LA 

MUERTE!




Revista LLAMAS hace un llamado urgente a los responsables de la movilidad, de la revisión de los automotores y empresas de transporte en el país, para que no se repitan más los escabrosos sucesos como el del incendio del bus que condujo a la muerte a 32 menores. 
Algunos de los interrogantes preventivos que no sólo nos hacemos los directivos de LLAMAS, sino también las entidades de investigación como la Fiscalía, los familiares de los pequeños, las autoridades de movilidad en el país y los colombianos, con el fin de buscar los correctivos que eviten más tragedias como estas: 

¿Qué pasó con la revisión y mantenimiento del bus que transportaba las 32 víctimas inocentes, quienes en esta muerte deplorable tuvieron su encuentro definitivo con Dios?
¿Fue el conductor, al parecer, quien le dijo a algunos de los niños que iban en el bus que le inyectaran gasolina al vehículo, mientras él se dirigía, según versiones de los sobrevivientes, muy tranquilo a tomar una gaseosa, o fue él mismo quien lo hizo de manera irresponsable?
Noticias reseñadas en diversos medios dan cuenta que, en el interior del bus, se transportaba gasolina ilegalmente, lo que alimentó considerablemente el incendio.
¿Cómo los adultos, responsables de los menores, no solicitaron información sobre el conductor, quien, supuestamente, no tenía licencia de conducción, debía multas de, por lo menos, medio millón de pesos y el automotor siniestrado no tenía Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito, SOAT?

El bus sólo tenía 25 asientos, para 25 pasajeros sentados, ¿por qué se presentó sobrecupo de más de cuarenta pasajeros?
¿Qué pasó con los extintores para controlar el temible incendio, que deben tener la recarga vigente, con el fin de que al presentarse cualquier conato de incendio se pueda  apagar con efectividad?
¿Alguna vez se preocuparon por capacitar a los niños en sus colegios sobre el manejo de los extintores, en caso de un incendio?
¿Por qué sus padres no los acompañaban en el bus y lo que es más importante: ¿Por qué no se percataron de las condiciones de seguridad del automotor antes de realizar el incierto viaje?

¿Este bus contaba con puerta de salida trasera? Son muchos los vehículos que transitan por las vías colombianas y carecen de esta, o simplemente las sellan, para colocar más asientos, cuando por seguridad se hace una exigencia tenerla.
Se hace necesario realizar simulacros frecuentes con la ciudadanía para el control de incendios en el transporte masivo y evitar así los peligrosos sobrecupos de pasajeros. La vida de las personas depende de medidas preventivas como estas.







sábado, 10 de mayo de 2014

LLAMAS ALERTA: LOS TEMBLORES DE TIERRA AUMENTAN SU INTENSIDAD




TRECE SISMOS, DE LOS CUALES CINCO SUPERARON LOS  7.8 GRADOS, MUEVEN LA TIERRA A ESTAR ALERTA

2014, un año donde nuestro globo terráqueo ha aumentado significativamente sus movimientos telúricos. Los sismógrafos del mundo han registrado un incremento en su intensidad en 7.8 grados en la Escala de Ritcher. Algunos con devastaciones y muertes mayores que otros, medidos por la Escala de Mercalli. 

El mes de abril ha asombrado a las autoridades en geología y sísmica del orbe, por las repetidas frecuencias de estos seísmos, siendo trece los acontecidos en este período de tiempo. El "Cinturón de Fuego" del Pacífico, uno de los más propensos en la ocurrencia de estos fenómenos naturales - se estima que el 90 por ciento de los movimientos telúricos tienen lugar alli-.

El "Cinturón de Fuego" o Cinturón Circumpacífico, más parecido a una herradura, es una volátil red de arcos volcánicos y fosas oceánicas que más o menos circunda el océano Pacífico. Abarcando las costas de Chile, Perú, Ecuador, Colombia. Los países centroamericanos Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. Asimismo, México, más allá de California y bajo el extremo de Alaska, al oeste. Extendiéndose hasta el Lejano Oriente ruso, hacia el sur de Japón, las Filipinas, Indonesia y Nueva Zelanda.  

Una serie de fallas geológicas en las capas superiores de la corteza terrestre son la característica principal de esta zona. Fallas o puntos de encuentro, donde se concentran las grandes placas continentales que flotan en la lava del núcleo terrestre.







martes, 1 de abril de 2014

LLAMAS POR COLOMBIA




 QUE EL FUEGO DE LA DESIDIA NO ACABE CON FAUNA 
Y FLORA COLOMBIANAS

LOS BOMBEROS TODAVÍA APAGAN CON BALDES INCENDIOS FORESTALES SIN CONTROL,
 Y EL FUEGO APAGA LA VIDA  DE CIENTOS DE ANIMALES Y PLANTAS IRRECUPERABLES



FOTO COLPRENSA
El balance de todo lo que Colombia ha debido invertir en la movilización del transporte de agua, hombres y tecnología para dominar los cientos de incendios que arden en invaluables zonas del país, donde los recursos en flora y fauna son únicos en el planeta y por ende de un valor inestimable, representa onerosos costos para el país, pero esta erogación no es nada si se compara con las pérdidas incalculables que, a comienzos de 2014, ha asumido en su megadiversidad natural.

Por ejemplo, en el devastador incendio forestal que asoló miles de hectáreas en Unguía, Chocó, –hace un año declarada reserva natural protegida- tenemos una dolorosa colección de plantas –trementinos, panganales, cativales- y animales silvestres entre aves, osos perezosos, osos de anteojos, manatíes, felinos, serpientes, caimanes, babillas, tortugas hicoteas, monos titíes y aulladores, además de diversas especies de pájaros que debieron pagar con su vida, porque según opiniones de expertos ambientalistas, en este instante en que el fuego está consumiendo grandes santuarios naturales, hay fallas en las alertas tempranas que blinden nuestra geografía y sus ecosistemas ante las, a veces, anunciadas o intempestivas  temporadas de calor extremo del clima actual.

Hoy, el control de pavorosas conflagraciones extendidas en bosques, selvas y amplias reservas naturales son un reto mundial para la humanidad,  que exige a las brigadas bomberiles estar muy bien preparadas y equipadas para acceder, si se puede, a estos difíciles sitios.  Puntos, donde los fuertes rayos solares o las acciones peligrosas de manos criminales le abren el camino a los destructores incendios. O, como en el caso de nuestro país, donde  cazadores furtivos de tortugas, al parecer, fueron los causantes de la emergencia en Unguía  que produjo el despertar de un arrasador incendio, el cual consumió, alrededor de once días, cerca de 3800 hectáreas del incomparable paraíso natural.

Lo triste de este desastre ambiental, según lo estiman expertos conservacionistas, es que pasarán décadas para que vuelvan a florecer especies de árboles nativas de la región y que lograrían su proceso de desarrollo y madurez por espacio de varios años.  Los gobiernos deben  hacer ingentes esfuerzos en recursos económicos y de educación para que se adopten -en acto y no en papel- planes de mitigación efectivos, además  de campañas de prevención, de adquisición de tecnología y disposición de fuentes de agua cercanas a los lugares vulnerables a los devastadores incendios.

Pero, mientras la Fuerza Aérea Colombiana ha hecho cientos de viajes y cerca de 55 descargas de agua – más de 34.032 galones-  con sus “Bamby Bucket” para conjurar el temible incendio de Unguía y otros incendios más, nuestros bomberos lo hacen todavía, tenemos que decirlo, ¡con las “uñas”!  ¡En pleno cambio climático! Entonces, ¿cómo preservar árboles y animales, si se trabaja con semejantes restricciones?

Cuando Colombia está padeciendo uno de los períodos más fuertes de sequías, ejemplo Boyacá, Sierra Nevada de Santa Marta, Casanare, Antioquia … Hay bomberos a quienes el techo de sus estaciones se les está viniendo encima, y no por causa del destructor fuego, sino porque continúan realizando sus labores profesionales en ominosas limitaciones.  Una actividad reconocida ahora en el país, según la reciente Ley de Bomberos 1575,  como un servicio público.



ARCHIVO EL HERALDO
Este es el caso de los casi diez bomberos voluntarios del municipio de Turbana (con más o menos quince mil habitantes), en el norte de Bolívar, situación parecida a otras tantas estaciones bomberiles en poblaciones del país. Es lamentable ver como tienen sus chaquetones raídos, sus botas rotas, sin cascos, mangueras remendadas, y sin un vehículo para controlar el fuego. ¡Todavía apagan los incendios forestales con baldes, machetes y ramas! La Comandante, Shirley Polo, del pequeño ejército combatiente del fuego de esta población, clama a todos los medios, porque la comunidad tenga un Cuerpo de Bomberos bien dotado, que pueda hacerle frente a las emergencias de conato de incendio y otras, como la población de Turbana lo merece y como la profesión de bomberos lo exige.

¿Será que Colombia debe quedar a expensas del fuego de la desidia,  y seguir pagando un alto precio en pérdida de especies de fauna y de flora irrecuperables?  Con este asfixiante panorama, no sólo los bomberos seguirán siendo los únicos desvalidos en estos reiterativos episodios de la historia de los desastres, en Colombia, sino que nuestro país, de continuar así, llegará a estar entre las naciones más pobres en riquezas naturales, porque ¡no hicimos nada! para defenderlo de los imbatibles incendios forestales, y mucho menos apoyamos a los buenos compatriotas que se profesionalizan para hacerlo, los bomberos.

( Clímaco Montes)