ANTE AVALANCHAS COMO LAS DE SALGAR: LA CONSIGNA EN
COLOMBIA ES ¡REFORESTAR, REFORESTAR Y REFORESTAR!
Según expertos en la materia entre ambientalistas, geológos y prevencionistas, en Colombia, no hay duda que estas han sido tragedias ya anunciadas. Como fueron las de Armero, las del río Páez, pero con todo y los resultados dolorosos que han arrojado, la lección no la hemos aprendido todavía.
En casos como estos, como reza el viejo adagio: “Soldado prevenido no muere en guerra” y es que la prevención es la respuesta más valiosa para que comunidades en situaciones de riesgo puedan evitar, con éxito, las duras consecuencias que la naturaleza reserva cuando el hombre la descuida. Y no basta sólo con las ayudas tempranas que, en la mayoría de veces, son obedecidas por los habitantes de poblaciones vulnerables, pero que, en otras ocasiones, no son atendidas como se debería. En Armero, por ejemplo, sabían que una tragedia se aproximaba, pero algunos de sus pobladores no obedecieron al llamado para evacuar por temor a perder lo que tenían, su tierra, casas y pertenencias.
Desde esta tribuna virtual rememoramos lo que pasó con Armero y Páez, pero parece que la muerte, el dolor son la constante en estas zonas de América Latina, y tienden a acentuarse también, gracias, a fenómenos cambiantes del clima, favorecidos, claro está, por la mano del hombre.
Hoy lloramos la muerte de más hermanos colombianos por la avalancha en Salgar, suroeste antioqueño y escuchamos sus voces de lamento cuando dicen: “Pero ya se sabía que las continuas precipitaciones estaban represando el agua en la parte alta de la quebrada La Liboriana”, con los consecuentes derrumbes y destrucción que produjo la desaparición de La Margarita, corregimiento de Salgar.
Ahora, la pregunta obligada de muchos es: ¿cuántos lugares más de nuestra débil topografía estarán próximos a sufrir las terribles consecuencias de un devastador albur, cuando las partes altas de las cuencas y las riberas de ríos y quebradas presentan una importante deforestación?
También las voces de reconocidos ingenieros ambientalistas y forestales señalan a la minería irresponsable como detonante propicio para derrumbes y contaminación de ríos y fuentes hídricas, esto a causa del arboricidio que se realiza en distintas zonas del país.
Volviendo a la tragedia de Salgar, las lluvias fueron de
tal magnitud en esa región que, según su Secretario de Ambiente, el domingo, un
día antes del funesto hecho, se registraron quince derrumbes en San José
Plateado, una reserva natural de 447 hectáreas del páramo. Los drenajes
naturales colapsaron, los desprendimientos de tierra taponaron una de las
fuentes que aumenta la quebrada La Liboriana lo que habría desencadenado el mar
de lodo.
En medio de tan lamentable hecho, es de destacar las continuas labores de los organismos de socorro que en precarias condiciones y ambiente adverso encontraron entre el fango y los escombros cuerpos sin vida de los lugareños.
Asimismo, la tecnología hizo presencia en el lugar con la llegada de un escáner que detecta los latidos del corazón de personas sobrevivientes de este desastre.
Cabe recordar que, Colombia, no es el único país expuesto a estas situaciones de riesgo por las inclemencias del tiempo. Países como Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, en fin el continente latinoamericano se encuentra en el epicentro conocido como Milenio de los Desastres Climáticos. El atraso, la pobreza, la falta de acceso a la educación, y programas eficientes de reforestación, entre otras carencias, los convierten en zonas frágiles, donde la naturaleza vuelca lo malo que ella recibe o lo bueno que deja de recibir del hombre.
Es por ello que los ambientalistas y los empresarios del mundo están preocupados por la situación que atraviesan países como el nuestro y hacen un llamado a las comunidades colombianas vulnerables a que, junto con sus autoridades municipales y organismos internacionales, no ahorren tiempo, ni esfuerzos, para responder a los desafíos que nos presenta la realidad climática mundial.
Porque de seguir así, dicen los especialistas del clima, no alcanzará toda la ayuda financiera de los gobiernos y organizaciones humanitarias para paliar la avalancha de continuos desastres de pueblos y ciudades que tienden a acentuarse en el mundo.