QUE EL FUEGO DE LA DESIDIA NO ACABE CON FAUNA
Y FLORA COLOMBIANAS
LOS BOMBEROS TODAVÍA APAGAN CON BALDES INCENDIOS
FORESTALES SIN CONTROL,
Y EL FUEGO
APAGA LA VIDA DE CIENTOS DE ANIMALES Y
PLANTAS IRRECUPERABLES
FOTO COLPRENSA |
El balance de todo lo que Colombia ha debido invertir en la movilización del transporte de agua, hombres y tecnología para dominar los cientos de
incendios que arden en invaluables zonas del país, donde los recursos en flora
y fauna son únicos en el planeta y por ende de un valor inestimable, representa
onerosos costos para el país, pero esta erogación no es nada si se compara con
las pérdidas incalculables que, a comienzos de 2014, ha asumido en su megadiversidad natural.
Por ejemplo, en el devastador incendio forestal que asoló miles de
hectáreas en Unguía, Chocó, –hace un año declarada reserva natural protegida- tenemos
una dolorosa colección de plantas –trementinos, panganales, cativales- y
animales silvestres entre aves, osos perezosos, osos de anteojos, manatíes,
felinos, serpientes, caimanes, babillas, tortugas hicoteas, monos titíes y
aulladores, además de diversas especies de pájaros que debieron pagar con su
vida, porque según opiniones de expertos ambientalistas, en este instante en
que el fuego está consumiendo grandes santuarios naturales, hay fallas en las
alertas tempranas que blinden nuestra geografía y sus ecosistemas ante las, a
veces, anunciadas o intempestivas temporadas de calor extremo del clima actual.
Hoy, el control de pavorosas conflagraciones extendidas en bosques, selvas y
amplias reservas naturales son un reto mundial para la humanidad, que exige a las brigadas bomberiles estar muy
bien preparadas y equipadas para acceder, si se puede, a estos difíciles sitios.
Puntos, donde los fuertes rayos solares
o las acciones peligrosas de manos criminales le abren el camino a los
destructores incendios. O, como en el caso de nuestro país, donde cazadores furtivos de tortugas, al parecer,
fueron los causantes de la emergencia en Unguía que produjo el despertar de un arrasador incendio,
el cual consumió, alrededor de once días, cerca de 3800 hectáreas del
incomparable paraíso natural.
Lo triste de este desastre ambiental, según lo estiman expertos conservacionistas,
es que pasarán décadas para que vuelvan a florecer especies de árboles nativas
de la región y que lograrían su proceso de desarrollo y madurez por espacio de
varios años. Los gobiernos deben hacer ingentes esfuerzos en recursos
económicos y de educación para que se adopten -en acto y no en papel- planes de
mitigación efectivos, además de campañas
de prevención, de adquisición de tecnología y disposición de fuentes de agua
cercanas a los lugares vulnerables a los devastadores incendios.
Pero, mientras la Fuerza Aérea Colombiana ha hecho cientos de viajes y
cerca de 55 descargas de agua – más de 34.032 galones- con sus “Bamby Bucket” para conjurar el temible
incendio de Unguía y otros incendios más, nuestros bomberos lo hacen todavía,
tenemos que decirlo, ¡con las “uñas”! ¡En
pleno cambio climático! Entonces, ¿cómo preservar árboles y animales, si se
trabaja con semejantes restricciones?
Cuando Colombia está padeciendo uno de los períodos más fuertes de sequías,
ejemplo Boyacá, Sierra Nevada de Santa Marta, Casanare, Antioquia …
Hay bomberos a quienes el techo de sus estaciones se les está viniendo encima, y
no por causa del destructor fuego, sino porque continúan realizando sus labores
profesionales en ominosas limitaciones. Una
actividad reconocida ahora en el país, según la reciente Ley de Bomberos 1575, como un servicio
público.
ARCHIVO EL HERALDO |
Este es el caso de los casi diez bomberos voluntarios del municipio de
Turbana (con más o menos quince mil habitantes), en el norte de Bolívar, situación
parecida a otras tantas estaciones bomberiles en poblaciones del país.
Es lamentable ver como tienen sus chaquetones raídos, sus botas rotas, sin
cascos, mangueras remendadas, y sin un vehículo para controlar el fuego. ¡Todavía
apagan los incendios forestales con baldes, machetes y ramas! La Comandante, Shirley Polo, del
pequeño ejército combatiente del fuego de esta población, clama a todos los
medios, porque la comunidad tenga un Cuerpo de Bomberos bien dotado, que pueda
hacerle frente a las emergencias de conato de incendio y otras, como la población de Turbana lo merece y como
la profesión de bomberos lo exige.
¿Será que Colombia debe quedar a expensas del fuego de la desidia, y seguir pagando un alto precio en pérdida de
especies de fauna y de flora irrecuperables?
Con este asfixiante panorama, no sólo los bomberos seguirán siendo los
únicos desvalidos en estos reiterativos episodios de la historia de los desastres, en Colombia,
sino que nuestro país, de continuar así, llegará a estar entre las naciones más pobres en riquezas
naturales, porque ¡no hicimos nada! para defenderlo de los imbatibles incendios
forestales, y mucho menos apoyamos a los buenos compatriotas que se
profesionalizan para hacerlo, los bomberos.
( Clímaco Montes)