La herida abierta de Oriente Medio: Entre la memoria del horror y la esperanza de la mediación
Por: Eduardo Martín Botero -Abogado colombiano, especializado en derechos humanos y cooperación internacional, con estudios en Jurisprudencia y un PHD en Derecho Constitucional Europeo-.
Han pasado dos años exactos desde aquella jornada trágica en la que el terrorismo irrumpió en el sur de Israel, dejando más de 1.200 muertos y cientos de rehenes. Dos años de guerra, asedio y devastación. Dos años en los que la Franja de Gaza ha quedado reducida a escombros y su población a la desesperación.
El 7 de octubre de 2023, mientras la vida en los kibutz del sur de Israel seguía su ritmo cotidiano, la muerte irrumpió con violencia inesperada. Milicianos de Hamas atravesaron la frontera, asesinaron familias enteras, secuestraron a niños y ancianos, y transformaron un festival de música en un campo de masacre. El saldo fue atroz: más de 1.200 víctimas.
Israel respondió con la fuerza de un Estado herido. En cuestión de horas, el primer ministro Benjamín Netanyahu declaró la guerra y dio inicio a la operación “Espadas de Hierro”: primero los cielos de Gaza se cubrieron de bombas, luego la ofensiva terrestre convirtió a la Franja en un territorio sitiado.
Manifestantes en Jerusalén urgen a Israel terminar con la guerra en Gaza, el 4 de octubre de 2025 © Ahmad GHARABLI / AFP
La Casa Blanca ha propuesto una estrategia en 20 puntos para convertir Gaza en una zona libre de terrorismo y segura para sus vecinos. Muchos dudan, algunos desconfían, pero lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, la palabra “acuerdo” vuelve a pronunciarse en las mesas diplomáticas. Trump, con su estilo directo y pragmático, ha abierto un espacio donde parecía imposible: el de una negociación que mire más allá de la venganza.
El 7 de octubre de 2023 nos recordó la fragilidad de la vida y la facilidad con que la barbarie puede arrasarlo todo. El 7 de octubre de 2025 debería recordarnos otra cosa: que aun después del dolor más insoportable, la política y la diplomacia siguen siendo la única vía para escapar del círculo eterno de la violencia. Recordar que la justicia no puede nacer de la aniquilación, ni la seguridad de la humillación del otro.
Exaltar la mediación no significa olvidar a las víctimas ni justificar los crímenes. Significa, al contrario, honrar su memoria evitando que se repitan. Hoy, cuando el mundo parece condenado al odio recíproco, la figura de un mediador fuerte, capaz de sentar a las partes, puede marcar la diferencia entre otro decenio de guerra o el inicio de una paz imperfecta, pero posible.
La historia no se borra, pero puede reescribirse. Dos años después del horror, quizás estemos —por primera vez— ante una oportunidad para hacerlo. Si no se logra un reconocimiento mutuo, un acuerdo fundado en el derecho y en la dignidad de ambos pueblos, el Oriente Medio seguirá condenado al eterno retorno de su tragedia. Quizás, por primera vez en décadas, Oriente Medio tenga una salida distinta.
Amen
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