A PROPÓSITO DE LA RECIENTE TRAGEDIA DE LA REFINERÍA DE AMUAY, UNA DE LAS TRES QUE COMPRENDEN EL CENTRO REFINADOR DE PARAGUANÁ, EN VENEZUELA...
LA TRAGEDIA DE TACOA
(REVISTA LLAMAS NÚMERO 69, DICIEMBRE DE 1985)
¿Quién en el mundo no escuchó comentarios de la tremenda catástrofe ocurrida en Venezuela, un día 19 de diciembre el año 1982? Sus consecuencias han marcado un desgraciado récord en la historia de los incendios, que se espera sirva de ejemplo a los hombres que tienen la noble misión de atacar el fuego (LOS BOMBEROS). Estos hombres, que arriesgan sus vidas sin esperar recompensa, un día fueron sorprendidos por lo que algunos llaman una mala jugada del destino.
Sí, mala jugada, porque quién hace algo con amor, con devoción y por cumplir con un deber impuesto a sí mismo, de salvaguardar la vida y los bienes de la comunidad no se merece pagar con su vida un imprevisto de la naturaleza.
La tragedia de Tacoa, sucedió en Venezuela dejando un saldo de más de 200 fallecidos, entre ellos el mayor número de BOMBEROS que la historia haya registrado en la vida de este cuerpo desde que el hombre en las cavernas conoció el fuego y aprendió como controlarlo. En la época de Nerón, se formaron las primeras brigadas de bomberos y a la vez el hombre comprendió que era necesario crear los elementos indispensables para combatir el fuego una vez que éste se ha salido de sus cauces normales. Y así como la naturaleza le enseñó las características beneficiosas de aquél, igualmente le enseñó cómo vencerlo, de esta manera el hombre de hoy, que presta sus servicios en un cuerpo de bomberos, no es el mismo de siglos antes de la Era Cristiana. Hoy usa sistemas modernos, se ha perfeccionado con el avance tecnológico, al compás del progreso funcional de la industria y de acuerdo con el crecimiento y necesidades de los pueblos.
Por un sinnúmero de situaciones que hoy día están a tono con la era industrial, es inconcebible que el mundo haya tenido que lamentar lo ocurrido en la población de Arrecife, en la Costa Litoral del departamento Vargas, próximo a la capital de Venezuela, Caracas.
En este lugar, existe una planta generadora de energía eléctrica, que es la que surte las necesidades de Caracas y el Litoral. Es una de las tres empresas privadas en operación en este sector, por cuanto el gobierno de Venezuela, a través de una empresa estatal, es el que se encarga del suministro de energía al 97 por ciento de la población. La planta de Tacoa es una de las más antiguas y a la vez una de las térmicas de mayor capacidad.
Estas Centrales Térmicas utilizan para la producción de energía grandes generadores eléctricos, que requieren ser alimentados por derivados del petróleo, que en esta planta eran los denominados "LÍQUIDOS RESIDUALES", compuestos por mezcla de crudos pesados, aceites, kerosene, gasolina, etcétera. En pocas palabras, es un subproducto de petróleo, que se utiliza como combustible y que se almacena en grandes cantidades, en tanques situados en el recinto de las Plantas Termoeléctricas.
La catástrofe se inició cuando uno de esos tanques se inflamó por una causa aún no determinada por técnicos e investigadores altamente calificados en la materia. Inicialmente, se produjo una explosión y seguidamente un incendio. En el momento de ocurrir la explosión había dos circunstancias coincidentes, por una parte, se estaba trasegando combustible de un carguero de petróleo al tanque dónde ocurrió la explosión, y por otra, que en el techo del tanque se encontraban dos operarios de la planta tomando las medidas rutinarias, y que al parecer lo hacían en las mismas condiciones que se habían ejecutado anteriormente.
Lo cierto del caso es que los operarios, en el momento de ocurrir la explosión, fueron despedidos por el aire falleciendo como consecuencia de la misma. Acto seguido, se produjo un incendio en el tanque, desencadenándose la alarma y las primeras actuaciones para controlar la emergencia.
Las llamas afectaban el tanque número ocho, donde se inició el siniestro, y donde dos hombres habían perdido la vida. Los bomberos no hacen esperar a la llamada de auxilio, y se desplazan al lugar de los acontecimientos. Por tratarse de una industria de importancia para la región y en desconocimiento de lo que ocurría fueron desplazadas las unidades que se encontraban en el Parque del Departamento Vargas, próximo al lugar de los hechos. Entre tanto, se notificaba el incendio a la Central de los Bomberos de la capital, distante unos treinta kilómetros. Hacia el lugar salen los mejores hombres, entrenados en labores de extinción, con las unidades que se consideran convenientes para estos casos: se desplazaron vehículos de espuma química, cisternas de agua, vehículos de combate y un sinnúmero de equipos considerado de importancia para el ataque del incendio.
A su llegada los bomberos analizan la situación y deciden las acciones a tomar para atacar el fuego, que estaba concentrado en uno de los tanques de combustible. Se inician las labores de extinción y al cabo de dos horas de ardua labor, con el apoyo de las compañías del área, BOMBEROS MARINOS Y AERONAÚTICOS, logran controlar casi en su totalidad el incendio del tanque en cuestión. Mientras tanto, voluntarios, autoridades y propietarios, al igual que periodistas se presentan en el lugar, cada uno con una misión diferente, unos a prestar su apoyo a los bomberos y otros a recabar información para el público.
Tacoa está en una hondonada, rodeada de ambos lados por viviendas. La gente hormigueaba, presurosa, yendo y viniendo en las diligencias propias de cualquier tarea de extinción de incendios.
Los periodistas y sus ayudantes se dirigieron a pie hasta el tanque número nueve, repleto de combustible pesado, junto al cual aparentemente no había peligro, porque el tanque número ocho, donde estaba desarrollándose el incendio, estaba controlado casi en su totalidad por la acción de los bomberos. En las cercanías se encontraban las autoridades del gobierno y propietarios de la empresa. Eran aproximadamente las doce y treinta minutos del 19 de diciembre de 1982.
Las labores de los bomberos estaban coordinadas con ataques combinados, de acuerdo a las estrategias que hay que seguir en estos casos. De improviso surge un imprevisto más de los que desencadenaron la tragedia: los sistemas de apoyo, en el preciso momento en que la situación estaba casi controlada fallan en el abastecimiento de agua a los bomberos y por lo inaccesible del lugar, aunado al día (domingo), imposibilitan la disposición de un suministro de emergencia.
La carencia del preciado líquido (agua) dificulta la culminación de los trabajos y el fuego toma cuerpo otra vez. Los esfuerzos para lograr otros recursos con los que combatir el renaciente fuego se alargan. Mientras esto sucedía, los bomberos se sentían impotentes para dar culminadas las tareas, que ya estaban finalizando.
Otra circunstancia se empieza a producir, los residuos de petróleo pesado del tanque número ocho comienzan a derramarse sobre el cubeto del tanque número nueve, próximo al mismo y ubicado en la parte inferior en la pendiente del terreno. Mientras tanto, se estaba gestando el fenómeno conocido como BOILOVER en los incendios de tanques de almacenamiento de combustibles derivados del petróleo.
Entonces pareció que el mundo se hacía pedazos en una inmensa bola de fuego. Y la rueda de la fortuna comenzó a girar locamente.
Los periodistas estaban comunicando sus noticias, señalando que estaba todo bajo control, cuando se escuchó una espantosa detonación. Varios periodistas habían decidido regresar a sus empresas, para entregar el material de trabajo recabado en el lugar. Circulando por la accidentada carretera tuvieron la impresión de que el cielo ardía y un hongo de fuego se elevó y esparció en un radio de más de mil metros en el área. Todo cuanto estaba en los alrededores fue "pasto" de las llamas. Los periodistas, bomberos, policías, voluntarios, miembros de grupos de rescate, y en fin, todas las personas que por alguna razón estaban presentes fueron arrolladas por este volcán de fuego.
Por la hondonada de acceso a Tacoa se desbordó una verdadera avenida de fuego destructor. Las llamas abrasadoras, absolutamente destructivas, avanzaban propagándose en derredor. Algunas personas fueron arrojadas, por la honda expansiva, a través de las puertas y ventanas de sus casas.
Para su desesperación, los bomberos sobrevivientes se dieron cuenta de que dos tanques de agua, puestos allí para un caso de emergencia estaban vacíos. Los dispositivos automáticos de enfriamiento y combate de incendios habían fallado. Así, la propagación de las llamas fue inevitable y la pérdida de vidas una condena fatal.
De entre las llamas y el denso humo surgían como despavoridos espectros, con el cabello y la ropa quemados, hombres, mujeres y niños, muchos de ellos lacerados por el fuego, sangrantes, con los pies desollados. En las laderas de Arrecife y Tacoa, el desbordado río de ardiente combustible pesado arrasaba con vidas y viviendas. La bola de fuego subió hasta una cancha de bolas criollas y carbonizó en un instante al grupo de jugadores que se aprestaba a pasar un rato de esparcimiento. Así se desató la muerte en el infierno de aquel domingo sangriento.
Más de setenta bomberos perdieron la vida en Tacoa, ocho fueron encontrados calcinados, apretados unos contra otros, quizás tratando de protegerse mutuamente. Voluntarios, técnicos y periodistas cayeron en la hecatombe llameante del 19 de diciembre. Centenares de familias, habitantes de los barrios ubicados en las inmediaciones de Tacoa, sufrieron las consecuencias de la improvisación de tener sus hogares tan cerca de la planta.
El número total de víctimas quizás nunca será conocido con exactitud, en las cercanías que da una hilera de vehículos de todo tipo reducidos a chatarra por las llamas. En especial, vehículos destinados a salvar vidas y propiedades de la población. Las casas quedaron ennegrecidas como cascarones de un cuento de terror.
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