En el mes de octubre,
mes de la ecología, el mundo cristiano católico reconoce a San Francisco de Asís como el
Padre de la Ecología. El Papa Juan Pablo II el 29 de noviembre de 1979 lo declara oficialmente el Patrono de la Ecología…
LA NATURALEZA REDIMIDA Y RESUCITADA EN LA CRUZ
San Francisco de Asís Patrono de la Ecología |
El hombre fue destinado
para administrar y cuidar de la creación que Dios dispuso para que de esta
derivara su trabajo y sustento. Pero en lugar de comunicar vida al medio que
nos da vida, derribamos sus árboles, envenenamos sus aguas, hacemos ‘quemas’
incontroladas, cazamos especies únicas, y estamos empeñados en destruirla por
intereses mezquinos que no pretenden prolongar los hábitats ambientales, sino
fomentar la esterilidad ambiental de los mismos, conduciendo a la humanidad a
padecer hambre y necesidades, porque la Tierra no está siendo cuidada para el
beneficio de todos.
San Francisco de Asís
amaba la cruz. Una cruz que ha sido fuente de
inspiración de muchos: pintores, escultores, artistas, poetas y
escritores, en fin, quienes en sus ricas
producciones, versos y prosas han comunicado que cruz y amor son sinónimos.
Afirmando que en aquel
rústico madero surgió el acto de amor que jamás la humanidad había conocido y
que no volverá a repetirse. Cristo un hombre sin igual, que se desprende de su
condición divina para entregarse con su corazón envuelto en el más grandioso
amor, a la misión de dejarse despedazar en la cruz por redimir y derrotar el
mal que empobrece y mata nuestro destino espiritual, alejándonos de los ricos frutos prometidos de vida eterna y que
nos conduce sin remedio a no obtener el triunfo de un reino prometido por El,
en su paso fugaz por la tierra.
La Cruz de la Iglesia de San Damián que le habló a San Francisco -franciscanos org- |
San Francisco, el
Seráfico de Dios, entendió que no podía haber cruz sin amor y amor sin cruz.
Que Jesús lo había dado todo, hasta la última gota de su sangre por amor a la
humanidad. Y que a cada hombre en este mundo le correspondía llevar la propia,
no tan sufriente y valerosa como la de Cristo, pero si necesaria para entender
su profundidad y riqueza aleccionadora.
Al asumirla, en el
trayecto de la vida, se van recogiendo los frutos de enseñanza, de alegría, de sufrimiento, de
sabiduría que esta comunica. Es el gran legado que Cristo nos dejó: de morir a
nuestros egoísmos, indiferencias e ingratitudes, entendiendo así el dolor de
otros, humanizándonos más, viendo el rostro de Jesús en el hermano,
comprendiendo y amando más a quienes nos acompañan en el breve peregrinar de
nuestra existencia.
San Francisco de Asís estigmatizado por un serafín |
Cuando el Santo de
Umbría se vuelve uno con la Pasión de Cristo, se sensibiliza aún más en el amor
y entiende que todo lo que rodea al hombre tiene un único origen: el amor. Así la naturaleza, creación
divina, también es redimida, sanada en el amor y resucitada en la cruz. Porque
reconoce que, en el sacrificio redentor, quedaron rotas las cadenas que
aprisionaban al hombre bajo el yugo aniquilador del mal y es, en esta victoria
liberadora, donde descansa toda la creación, en un canto de renovación, de
milagro de amor y de salvación de la vida en todas sus formas.
Lo paradójico es que en
esa misma cruz, donde tiene lugar el martirio y la victoria sobre la muerte, que atrae al Santo
de Gubio, donde al tiempo hay amor, sacrificio,
dolor, redención y liberación, fue construida a partir de un árbol de la
naturaleza. Naturaleza que, en medio de sus lamentos, exclama: ¡Ámenme! ¡Sánenme!
¡Para no morir!
Para rememorar por
qué se dice que Francisco de Asís era el
Orfeo de la Edad Media y hoy Padre de la Ecología, en este mes de octubre
dedicado a la ecología, rescatamos un fragmento del capítulo XII San Francisco
y la Naturaleza de la escritora Emilia Pardo Bazán y que dice: “Especial era su
simpatía hacia todas las aves, acaso porque semejantes al alma sedienta de lo
ideal y de lo infinito, abandonan la tierra y se remontan a esferas de claridad
y esplendor, acercándose al sol, fuente de luz para el orbe, cual Dios lo es
para el espíritu.
“Volviendo una tarde de
Bevagna, vio con admiración el arbolado del camino cubierto de aves diversas
que allí se aglomeraran: y entonces dijo a sus compañeros: -“Esperadme, que yo
voy a predicar a las hermanas aves.”- Bajándose éstas de las ramas, formaron en
semicírculo y Francisco les habló del Criador que les había prestado alas
veloces para ser libres, y abrigo de suaves plumas para desafiar la intemperie;
de la providencia amorosa, que les da sustento y grano, a ellas que ni siembran
ni siegan nunca; que les señaló por morada las regiones de la serena atmósfera,
por refugio los recónditos valles y montañas, y por nido gigantescos árboles.-
“Mucho os ama vuestro Criador, les repetía, cuando tantos bienes le debéis:
guardaos, pues, hermanillas, del pecado de la ingratitud y alaben siempre
vuestras gargantas a Dios.” Abrieron las aves sus picos, tendieron el cuello,
sacudieron las alas, e inclinándose, con apacibles gorjeos mostraron su júbilo,
y Francisco las miraba embelesábale su muchedumbre, belleza y variedad de
pintados plumajes, y su familiaridad y atención en oír. Al cabo,
bendiciéndolas, les dio licencia para que volasen. Y mientras Francisco se
reprendía a si propio por no haber pasado antes en predicar a las avecillas,
que tan reverentes escuchaban la divina palabra, ellas dispersábanse por el
cielo en cuatro bandadas, siguiendo la forma de la cruz trazada por el Santo…”
(Colabora:
fray Antonio Soria)
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