¡BIENVENIDA! SEÑORA DIPLOMACIA
Hace días atrás mi país, Colombia, fue sorprendido por un sacudón sin precedentes, del cual casi no nos recuperamos. Aunque no hubo daños físicos, ni estructurales, ni pérdidas de vidas que lamentar, sí que estuvimos a punto que nuestra lánguida economía se viniera escaleras abajo, perdiendo alrededor de ¡trece mil millones de dólares! que nos ingresan por exportaciones de nuestros productos ‘estrella’ a Estados Unidos. Una decisión apresurada del gobierno del presidente Petro de bloquear los vuelos militares de deportación de migrantes colombianos, provenientes del país norteamericano a nuestro territorio, y que por poco nos conduce al colapso económico y a la pérdida de cerca del 30 por ciento de nuestras exportaciones hacía la nación del Norte.
El panorama no podía ser más oscuro para nuestros gremios del banano, el café, las flores, los aguacates, las confecciones, la minería y los servicios, que iban directo a la quiebra y a un desempleo sin precedentes por tensionantes relaciones diplomáticas con EE.UU que, por más de un siglo, ha sido y es nuestro mayor socio comercial.
Mientras sufría por el descalabro que se veía venir para nuestra golpeada economía, sentí que alguien tocaba a la puerta de mi habitación. Y, aunque el sueño me doblegaba, me pregunté: pero, a esta hora de la madrugada, ¿ quién podrá ser? ¡Y vaya sorpresa!! Una dama muy elegante que jamás había visto en la vida, pero que después supe que, en el mundo político y de relaciones públicas, tenía prestigio internacional y era bastante bien reconocida.
Claro está, me sorprendí y enmudecí ante su misteriosa presencia. Dirigiéndose a mi, algo consternada, y no sin antes pedirme miles de disculpas, me dijo: “Es, usted, muy amable al abrirme la puerta. Le agradezco si me presta algo de su tiempo y atención” Entonces, al escuchar su melodioso tono y buenos modales, le pregunté: ¿Quién es Usted? ¿Y en qué le puedo servir?
“Gracias, sí, cómo sé que, Usted, escribe, vengo a pedirle, sí, me lo permite, oiga atentamente lo que le tengo que decir”: Bueno, accedí, aunque con cierto temor, pero al ver el respeto y la forma discreta cómo me solicitaba ese importante favor, no dudé en escucharla.
“Mire: vengo a contarle que hay una crisis muy grave en el mundo. Las relaciones diplomáticas en la Tierra están en gran peligro. Los humanos no se toleran unos a otros y quieren imponer a la fuerza sus ideas, sin pensar las consecuencias negativas que esto trae a sus ya muy castigados pueblos. Hay gobiernos tiranos, autocráticos y hasta cleptocráticos, que hablan de paz, pero la paz no brota en esas naciones, porque la justicia y el derecho de los individuos es constantemente vulnerada”.
Bueno -le dije- todo eso es cierto, pero no me ha dicho cómo se llama: “Soy, la Señora Diplomacia y mi tarea es ser el puente por el cual transitan las mejores relaciones entre los gobiernos, gobernantes y gobernados”.
Entonces, pensé: ¡buena historia esta! A propósito de lo que casi pierde mi país por no aplicar la ciencia ineludible de la diplomacia. Así que decidí tomar nota de las fecundas enseñanzas que encierra la labor diplomática.
Continué impulsándola para que siguiera con su interesante explicación.
“No llegué a este mundo por casualidad” -prosiguió Diplomacia-. “Un día, Dios, que me creó, vio mis cualidades y vocación y dirigiéndose a los humanos les dijo: ‘Aquí les dejo a la Señora Diplomacia para que obrando como embajadora de los pueblos, aquilate el alma de los hombres y logre un punto de encuentro saludable, dónde deponga los ánimos y con justicia y equidad, cual paciente tejedora, logre extraer lo bueno que hay en los corazones y de esta manera los países sean beneficiados en el buen entendimiento entre unos y otros’.
“Porque, continúa ella, sin la Diplomacia, el mundo sería una jungla inhóspita, dónde las partes involucradas jalarían de la cuerda eternamente, sin llegar a ningún acuerdo sensato y el salvajismo sería la nota característica, dónde se devorarían unos a otros.
“Resultado: En este depredador escenario geopolítico ¿ qué queda? Que nadie gana, todos pierden.
“Como he viajado por todo el mundo y he estado en todas las épocas de la historia, escuché las palabras del Papa San Juan Pablo II dirigidas al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede el 20 de octubre de 1978 en República Dominicana: ‘Las relaciones diplomáticas son relaciones recíprocas, bajo el signo de la cortesía, la discreción y la lealtad que manifiestan una voluntad de diálogo y que realizan una contribución especifica a la justicia y la paz en el plano internacional’.
“Entonces, me dije: Diplomacia no puedes morir o, mejor dicho, con todo el respeto que le debo a esta amable audiencia no puedo permitir que me maten, tampoco estaría de acuerdo con esto mi Creador”.
Siguiendo con esta aleccionadora historia y dirigiéndome a su protagonista le afirmé: ‘Diplomacia, eres todo un arte. Con tus finas y delicadas maneras representas a los pueblos en el concierto internacional y no puedes desafinar. ¿No cierto? Además, esgrimes grandes dosis de audacia, sapiencia y excelente cultura’.
“Estas en lo cierto”, -me respondió- muy emocionada y continuó: “Es que siendo Diplomacia soy la mejor carta escrita del país que represento. Soy el espejo dónde se refleja el desarrollo y la altura de mi pueblo. Para mi no hay fronteras, tanto así, que puedo ser como la nave espacial que penetra los más recónditos lugares de galaxias y planetas llevando la bandera de la paz, logrando estrechar victoriosa las manos de este mundo conocido con las del universo desconocido”...
Oye, ¡Pero, qué intrépida eres! “Sí, soy hasta bombero, porque con mi tacto e inteligencia apago lo que podría llegar a ser los más devastadores incendios de infructuosas relaciones internacionales.
“Pero, cuando toca, soy, además, una desafiante equilibrista, paso con paciencia y mucho cuidado las peligrosas cuerdas que me salen al paso, cuando las relaciones son tensas y casi imposibles de equilibrar en la balanza justa de los complejos vínculos internacionales.
“También, debo, sin mayor esfuerzo, mostrar mi mejor rostro. Soy refinada y exquisita, pero no por ello dejo de ser audaz y arriesgada. Y estrecho con igual expresión y elegancia, tanto las manos de amigos como de sus contradictores.
“En toda ocasión, soy la mejor oyente que todos desearían conocer. Ante las oposiciones asumo actitudes de interesarme por los diferentes puntos de vista, tengan o no tengan la razón, y hablo con respeto cuando la situación lo amerita. Sin imposición. O, simplemente, guardo silencio hasta contar con argumentos sólidos que liberen oxígeno y solución a los intrincados conflictos.
“Mi espíritu jamás se inclina por el enfrentamiento inútil, desgastante. Es enemigo de la retaliación, del ataque a mansalva. Es que Diplomacia reconoce que en esas tácticas bajas no está su ganancia, ni su estatura.
“Hablo poco, pero sustancioso. Soy la Señora que abre puertas y atrae negocios, con la mayor habilidad, ética y tacto.
“Diplomacia es solicitada por todo el planeta. No hay Estado, por pequeño que sea, que no me tenga en un espacio importante de su menú oficial.
“Algo de lo que, también, me siento orgullosa es que jamás uso máscaras. No las uso, ni me gustan, porque mi naturaleza no va con la doblez, pero sí con la discreta verdad, la cristalinidad en las relaciones que rebasan, pero respetan fronteras. ¡Nada, por debajo de la mesa! Total, conmigo, se sabe para dónde se va y lo que se quiere.
En este punto de su relato, la interrumpo, para agregar lo siguiente: ‘Entonces, Diplomacia, puedo afirmar que tu especialidad es de un alto grado espiritual, sin el cual no podrías entenderte con nadie. Por eso, ganas guerras. Superas conflictos, sin armas letales. Eres una diestra insuperable en desbaratar confrontaciones y equilibrar balanzas.
‘Otra virtud tuya, Diplomacia, es que para lograr tus más encumbrados objetivos, en el buen entendimiento en las relaciones de los Estados, jamás vas a ser uso de comportamientos bajos y reprochables como la cizaña, la disociación, la intriga, que pone precio a las cabezas y aumenta las rivalidades y los desacuerdos. ¡Vaya Diplomacia! ¡Que valiosa labor la que haces’!
“Sí, siendo Diplomacia no tengo precio. Y algo de lo que me precio con humildad es que soy como esas joyas que todos admiran y los gobiernos necesitan. Ni me compran, ni me venden.
“Conozco muy bien los tratados internacionales a los que respeto y acato, con lo cual me muevo como pez en el agua, siendo una mediadora que no me paso de esa delicada línea.
“Para concluir esta interesante exposición, quiero mencionarte a dos personajes, entre otros muchos, que marcaron huella de Libertad y paz, llevándome en sus nobles misiones y hazañas. Jesucristo, el primero, el Embajador del Cielo aquí en la Tierra. Recuerda: jamás ofendió. No alzó la voz. Fue pacificador. Nos habló del amor y del perdón. De hacer siempre el bien para ganarnos unas buenas moradas en la Eternidad. Además, usó parábolas para enseñar. Y con su sacrifico en la Cruz nos arrancó del pecado, para darnos el enorme regalo de la salvación.
“El segundo, El Libertador, Bolívar. También, caminó conmigo por el mundo, hasta conquistar para América la tan larga y esperada Independencia. Mantuvo, buenas relaciones con todas las personas, aún con aquellos que sabotearon su empresa de Libertad, por envidia y rivalidad. Pero, siempre deploró de aquellos seres que, mediante intrigas y cizañas, prolongaron los destinos de Suramérica de ser Soberana y gozar de vientos de LIBERTAD Y DEMOCRACIA.
“Siempre estuve, yo Diplomacia, en sus mensajes libertarios:
“Dignaos, Legisladores, acoger con indulgencia la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigirlos. Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga reinar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la Libertad”.
(Textos LLAMAS)
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