miércoles, 25 de octubre de 2017

LLAMAS EN CALIFORNIA-

LOS VITICULTORES Y POBLADORES DE LOS VALLES DE NAPA, SONOMA, MENDOCINO, YUBA CIUDAD DE SANTA ROSA, AL NORTE DE CALIFORNIA, JAMÁS PENSARON QUE…

TSUNAMIS DE FUEGO CONSUMIRÍAN SIGLO Y MEDIO DE EVOLUCIÓN VITIVINÍCOLA Y MILES DE SUS HABITANTES QUEDARÍAN SIN NADA





Sin lugar a dudas, Dios el Creador de todo cuanto existe en el universo, en los distintos tiempos de la humanidad siempre está dispuesto a dar avisos, signos y señales al hombre a quién desde el Génesis, según las Sagradas Escrituras, lo delegó como el gran administrador de su reino natural en la tierra.

Es el hombre, el primero y principal en toda la Creación, de acuerdo a los designios de Dios, por encima de plantas, animales y minerales. Todo nos habla de Dios y de su profundo deseo, porque el hombre no abandone ni destruya el ambiente que lo rodea.

Lo acontecido el domingo ocho de octubre de este año en los Valles de Napa, Sonoma y otros condados, de California, pareciera tener una relación con lo divino y lo sobrenatural. No porque el fuego hubiera sido desatado por la ira Divina, sino, por el contrario, es quizás la indiferencia, el desgano  del administrador de la tierra, el hombre que, en muchas oportunidades le ha dado la espalda a las reservas de bosques y selvas, que, en cualquier descuido o abandono, son visitadas, en períodos de verano y sequía, por los fuertes temporales de ventiscas y calor que incuban  increíbles tsunamis de fuego; ahora más temibles a causa del Fenómeno del Niño y  el tan indiscutible cambio climático. 

Calificativos como el Paraíso del Vino. Nombres como Sacramento, Santa Rosa, San Francisco, la vid y los sarmientos, el fuego, “Vientos de Diablo”, etcétera. ¿Serán sólo una coincidencia y nada más?  Aun así,  todas estas casualidades  no dejan de ser inquietantes y nos llevan a hacernos consideraciones sobre la inmensidad  inabordable que es  la Creación de Dios, el mundo natural que nos rodea y de cómo ésta eclosionó por un sublime acto de amor,  en donde el  ser humano surgido a la vida por el misterioso milagro del amor y en compensación a ello, siendo este el centro de la Creación por voluntad de su Creador, no podría menos que amar al Dador de la vida, amarse así mismo por el valor que representa en este enigmático mundo y amar el otro, e indiscutible milagro de la génesis, tejido  en  los laboratorios de la sapiencia eterna, ¡el entorno ambiental!

Paradise Ridge Winery

California, es el Estado, por excelencia, de mayor producción de vino de Estados Unidos. La actividad gratificante de la viticultura se inicia cuando, a mediados del S.XIX misioneros españoles empezaron a cultivar viñedos allí. Hoy, el fuego en cuestión de horas devastó cientos de miles de acres, cegó la vida de cerca de 42 personas y volvió polvo y cenizas cinco mil edificaciones. El impacto económico de la industria del vino podría estimarse en al menos US $13.000  millones de dólares por cada condado.

Versiones de autorizados meteorólogos apuntan a que sus causas fueron porque esta es temporada de calor, sequía, vientos y poca humedad, lo que alimenta con gran rapidez los implacables incendios.


Foto Nath Meyer, Mercury News




Otras voces, de algunos habitantes de Sonoma, por ejemplo, sostienen que los cables de la electricidad dieron pie a  que se propagaran las deflagraciones, al derribarse por las ráfagas de viento sobre los árboles que no habían sido podados y causar la mayor emergencia por incendios en el Estado de California. Aseveraciones que son materia de investigación por parte de ajustadores de seguros e investigadores de incendios.

No obstante, en situaciones de emergencias por combustiones forestales ha  habido antecedentes que postes y transformadores de energía en contacto con los árboles a los que, por descuido no se les podó, fueron una de las causas para que los pavorosos e incontrolables incendios se expandieran.   

Otra dificultad que impidió el estar preparados para su efectivo control, según observación hecha por los residentes de las zonas afectadas a los diversos medios de prensa, como el Grupo de Noticias del Área de la Bahía, fue la falta de comunicación.

Según información del medio, funcionarios del condado de Sonoma no enviaron una alerta de emergencia a los teléfonos celulares de los residentes cuando los incendios estallaron la noche del domingo, porque según ellos se habría generado pánico, obstaculizando las operaciones de evacuación. Los habitantes no se enteraron del peligro sino cuando este ya “tocaba” las puertas de sus casas. Los funcionarios de Santa Clara, según el mismo diario, también fueron objeto de las mismas quejas en las inundaciones de febrero a lo largo del río Coyote.


Bombero se tapa los ojos ante el impresionante humo e incendio


También los bomberos tuvieron dificultades para comunicarse cuando se enfrentaron a la furia del fuego que barrió con las regiones del vino en California. Torres de teléfonos celulares caídas. La topografía montañosa bloqueó las señales de radio. Y el número de mega incendios, además  de los grupos de ejércitos combatiéndolos imposibilitó la actualización de la información sobre el desastre.

Los afectados no han salido de su asombro, al preguntar a diversos medios de comunicación cómo era posible, si los Incendios se originaron en la naturaleza, en las colinas ondulantes de los valles de Napa y de Sonoma, en su parte rural,  se  expandieran con tal poder de destrucción y magnitud hacia las zonas urbanas, arrasando con todo lo que nutriera su voracidad.

“LOS VIENTOS DEL DIABLO”



Monte del Diablo (Imagen BBC dominio Público)


La brisa marina parte del Océano Pacífico y toca tierra. En el otoño, la alta presión se acumula en la Gran Cuenca, una amplia franja de tierra que abarca buena parte del oeste de los Estados Unidos, haciendo que el viento sople en dirección opuesta. El aire desciende desde las altas elevadas de Nevada y Utah, al nivel del mar, al norte de California. Este aire se comprime y se calienta en el proceso.

Estos vientos se cree que soplan desde el Monte Diablo, una montaña de donde se desprenden misteriosas leyendas a partir de la conquista española.

En 1991, cuando los incendios de Oakland, gran número de personas lo relacionaron con las escenas dantescas del averno. A partir de ahí, los vientos cálidos y secos del nordeste que, se dice proceden del Monte Diablo han recibido el calificativo popular de “Vientos del Diablo”.

Estas borrascas afectan la rica y feraz región vinícola del norte de California, hoy catalogada como una de las peores tormentas de fuego en la historia del Estado.

Fuera de “Los Vientos del Diablo”, el fuego se fortaleció con las condiciones secas, la baja humedad, los céfiros imparables, convirtiendo el boscaje y árboles en yesca, devorándolos con rapidez e incinerando sin remedio hermosos chalets, cavas, bodegas, hoteles, colegios, hospitales, negocios, barrios y vehículos.

El meteorólogo de UCLA, Daniel Swain dijo a la prensa: “Se trata de las peores condiciones climáticas para diseminar rápidamente un incendio forestal, dado el combustible”.

Los incendios se desplazaron desde la parte más baja, al pie de la montaña, hasta su cumbre, durante la noche, afectando diez condados de California.

El FUEGO EVAPORÓ EL VINO



Bodega Vino Valle de Napa, California

Paradise Ridge Winery, empresa vinícola en California siendo como su nombre lo indica, un paraíso para los enólogos-expertos en vinos-, turistas y amantes del vino, ubicada en las colinas de Santa Rosa, es una de las vitícolas convertida en cenizas, por los gigantes incendios en el centro californiano. Y la ruta del  Valle de Napa, con su Sendero Silverado, bordeado por vistosos robles que cautivan a los viajeros admirados por la belleza del paisaje, también sepultado por el fuego.

Ray Jonhson, Jefe del Departamento de Negocios del Vino de la Universidad de Sonoma explicó a la AFP, que los incendios tienen un gran efecto sobre la industria en Santa Rosa. Una postal que atraía a muchos turistas cada año.

La bodega Stag’s Leap Cellars, (Valle de Napa) mundialmente famosa cuando en 1976, venció a Francia en una competencia de vinos, fue evacuada y el daño en su estructura así como sus pérdidas están siendo investigadas por las compañías de seguros.

Los viticultores expresaron en las redes sociales que, pese a que sus empleados enfrentaron las llamas, fue imposible detenerlas, porque éstas avanzaron hacia los edificios obligándolos a evacuar. Un panorama devastador de barriles carbonizados, fuerte olor a alcohol quemado, bodegas y edificaciones hechas escombros.

“Pareciera que hubo un bombardeo”, comentó Joe Nielsen de la Doneland Family Winery, en declaraciones a ‘San Francisco Chronicle’ “.

Cushing Doneland, empresario del vino, hablando para la misma agencia noticiosa, lamentó lo sucedido: La gente ha perdido todo, viñedos con mucha historia han sido barridos por las llamas. Enfrente de nosotros, vecindarios dónde nuestros amigos y vecinos viven, se redujeron a cenizas”.

Otro productor del vino, el Señor Buizque, contó a la prensa que, “tomará años replantar las viñas quemadas. Las mejores uvas –Cabernet y Merlot- que producen el mejor y más costoso vino, su cosecha iba a ser recogida luego”.

PREVENIR ANTES QUE LAMENTAR


Bombero luchando contra el fuego

Después de estas duras lecciones, donde las pérdidas son todo el resultado, los expertos prevencionistas y ambientalistas hacen las siguientes recomendaciones: “Aunque no se crea que el imprevisto “toca” a su puerta, su negocio o su casa, un día sin pensarlo, resuelve aparecerse y dejarlo sin nada…

“Es la Prevención la receta de oro que puede salvar su vida, su trabajo y su patrimonio. De seguro,  la mayoría de los grandes empresarios del vino  tenían sistemas contra incendio en sus bodegas, fincas y chalets para asegurarlos del evento del fuego. 

Asimismo, prestigiosos hoteles, y reconocidos negocios  contaban con dicha protección. Pero, al parecer, el fuego los tomó por sorpresa.

“En cuanto a los habitantes de urbanizaciones más populares que, también, resultaron devastadas por las conflagraciones, la pregunta es: ¿Serían sus construcciones más vulnerables a este tipo de desastres? ¿Contaban con la seguridad adecuada?

“Los dueños de cultivos y sus empleados o colaboradores, que están próximos a zonas dónde la ignición forestal es frecuente, deben capacitarse, conformar grupos y dotarse de herramientas para contener  el comienzo de un fuego mortal.

“Los vigías y bomberos forestales de los bosques y montañas requieren monitorear estas zonas permanentemente, las cuales deben ser objeto de  mantenimiento y limpieza oportunos para que no se abra el camino a nuevos incendios.

“Los bomberos deben tener fácil acceso a las zonas incendiadas para realizar su labor sin obstáculos.

“Los encargados de la riqueza natural de las distintas especies, tanto de plantas como de animales, deben cuidar que éstos no sean aniquilados por desastres”.

EL APORTE DE LA TECNOLOGÍA SALVA LA VIDA,  NATURALEZA Y BIENES

En los últimos tiempos empresas dedicadas a crear y diseñar softwares ofrecen hoy plataformas ideales y seguras para informar a los primeros respondientes acerca de la naturaleza de las conflagraciones forestales y otros desastres de preocupante magnitud.

En la actualidad, hay plataformas basadas en la nube, con monitoreo automatizado de alta calidad, de riesgos en tiempo casi real, conocimiento de la situación, soporte de decisiones e intercambio de información a ejecutivos que, por su liderazgo, pueden responder a las situaciones de emergencia.

Son aplicaciones seguras. Cuentan con mapas que enseñan los lugares más riesgosos en desastres naturales del mundo y una aplicación móvil. Asimismo, documentan qué tan severos son los incendios, su dirección y velocidad, movimiento, la densidad de población, áreas en peligro, sus construcciones y dónde se localizan las organizaciones de respuesta inmediata.

Son herramientas que detectan huracanes, sismos, entre otros desastres y el daño que puede provocar. (Texto: Mery Cristina Robledo)


jueves, 12 de octubre de 2017

MILES DE AÑOS ATRÁS… ERUPCIONES VOLCÁNICAS FORMARON EL SUELO ARCILLOSO QUE HOY ESTREMECE  A MÉXICO

Por Felipe Galves


¿Fueron las antiguas erupciones volcánicas las causantes que ciudad de México repose sobre suelo arcilloso?

¿Fue el drenaje de sus acuíferos subterráneos, la tala de sus reservas naturales, los cultivos y la expansión urbanística, por parte de los conquistadores españoles, lo que convirtió a México en un terreno inestable y peligroso ante un inesperado movimiento telúrico?


En la época de la conquista de México por parte del caudillo español Hernán Cortés, en el siglo XVI, la región azteca que conmocionó a los expedicionarios españoles, era una ciudad lacustre de cerca de 300.000 habitantes. El Valle de México tenía cinco grandes lagos de los cuales sólo existe el Xochimilco. Sus lechos son hoy el suelo de la Ciudad.

El terreno de México se caracteriza por ser un terreno arcilloso. ¿Cuándo surgió esta característica geológica? Lo explican en su trabajo investigativo los científicos de Enciso (1968) y De Pablo (1990) en el que indican que México estuvo sujeto a una gran actividad volcánica en los períodos Oligoceno- Mioceno, formando enormes depósitos de rocas vidriosas, lo que originó la mayor parte de las arcillas que encontramos en el país.

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 Geológicamente el suelo mexicano como el bogotano están constituidos por depósitos de arcilla originadas por la desecación de antiguos lagos. La enciclopedia técnica define las arcillas como un sedimento o depósito mineral que es plástico cuando se humedece y consta de un material granuloso muy fino.

El Investigador Geofísico del Servicio Geológico de Estados Unidos, doctor Gavin Hayes, hablando a los medios de comunicación del mundo, explica que, Ciudad de México, por situarse en una cuenca sedimentaria, este tipo de circunstancia amplifica el movimiento de un terremoto, distinto al que se produce en un terreno más rocoso

.Al ubicarse esta región centroamericana en una zona de subducción la hace proclive a fuertes seísmos. Las zonas de subducción son partes de la tierra donde una placa de la corteza terrestre se desplaza lentamente debajo de la otra. En México, la Placa Oceánica, la de Cocos, se desliza gradualmente bajo la Placa Continental, la de Norteamérica.La fricción entre las placas genera tensión, al punto que la energía reprimida se libera y ocasiona el movimiento telúrico.Los dos recientes terremotos que padeció México son producto de su zona de subducción que va a lo largo de la Costa Centroamericana, desde el centro de México a Panamá, afirmó a los medios impresos Gavin Hayes.

LOS CONQUISTADORES ESPAÑOLES EXTRAEN RESERVAS ACUÍFERAS DEL SUELO AZTECA



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En el año 1500, para expandir su dominio en el nuevo reino conquistado los españoles trazan ambiciosos desarrollos urbanísticos y para ello tendrán que talar enormes reservas naturales y drenar ricos acuíferos subterráneos en el antiguo mundo azteca. Entonces, estas acciones denominadas procesos exógenos –causadas por la mano del hombre- fueron una de las razones de la desestabilización del terreno mexicano, esto sumado a procesos endógenos – ocasionados por la naturaleza- miles de años atrás las erupciones volcánicas convirtieron el suelo azteca en un terreno arcilloso. De ahí que, cuando se mueve la tierra, los daños son mayores y destructivos, como la caída de edificaciones, algunas de las cuales aún no cumplen con normas de construcción que contemplen la calidad del suelo mexicano.

Para algunos expertos geólogos, el problema comenzó cuando los españoles en su período de la conquista, al drenar las reservas de agua subterránea secaron lagos y al correr de los siglos el suelo mexicano vino presentando un hundimiento entre 30 centímetros y un metro cada año. Lo que no permite que el terreno se compacte, se estabilice y existan ondulaciones en las calles y en los edificios. Anomalías que aumentan con los sismos.


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Pero la explotación del subsuelo en sus aguas subterráneas no es un hecho de tiempos de la conquista en México, ha sido y es una práctica muy común por parte de algunos de sus pobladores que ha dejado sentir sus consecuencias negativas, minando el subsuelo y generando hundimientos y fisuras poniendo en riesgo a sus habitantes.

La sobreexplotación de los acuíferos nacionales provoca la ruptura del ciclo del agua y con ello el agotamiento de muchos acuíferos que dificulta el crecimiento de las regiones productivas mexicanas.


XL


jueves, 17 de agosto de 2017




LLAMAS REGISTRA UN INCENDIO FORESTAL SIN CONTROL
EN PORTUGAL, CERCADAS POR EL FUEGO MUEREN 62 PERSONAS EN LA CARRETERA N-236



FOTO AFP
Autorizadas voces de expertos ambientales consideraron que el trágico incendio forestal acaecido hace dos meses en el municipio de Pedrógrao Grande, a 200 kilómetros al norte de Lisboa, en el centro de Potugal, que tuvo su origen a causa de los intempestivos cambios climáticos, fuertes vientos, altas temperaturas, una tormenta seca y la presencia de estremecedores truenos y rayos eléctricos, no hubiera tenido los lamentables resultados que al mundo conmovió.
Cerca de 62 muertos de los cuales una treintena murieron atrapados en sus automóviles. Y 61 heridos de gravedad.

Foto AFP
Según los especialistas, en este tipo de eventos naturales, se recortó el presupuesto para la vigilancia de estas zonas boscosas, interrumpiéndose así los Servicios Forestales que, podrían haber sido de gran ayuda, a la hora de alertar a las autoridades para evitar que, en la carretera Secundaria N-236, transitaran en el momento del incendio con sus vehículos las víctimas mortales, al ordenar su cierre y así salvar las vidas de los desprevenidos viajeros.

Otro aspecto que produjo las prevenibles consecuencias fue la falta de limpieza al sotobosque, el detonante que alimentó el temible fuego. El profesor de la Universidad de Coimbra, Jorge Paiva, en declaraciones para el diario Público expresó que “la tragedia se debe a un conjunto de situaciones atmosféricas imprevisibles, entre otras cosas, porque se produjeron de noche lo que impidió la intervención de los medios aéreos para combatir el fuego”.

Este hecho ha impactado al mundo, por el número de muertos y heridos que ocasionó. En recientes eventos del mismo tipo, por ejemplo, el de Arizona, Estados Unidos, diecinueve bomberos quedaron atrapados en sus tiendas anti fuego, pero las llamas los asfixiaron y en los incendios actuales de California fueron evacuadas miles de familias cuyas vidas se han visto expuestas por las temibles conflagraciones naturales. En Tarragona, España -2009- murieron cuatro bomberos. En Riba Saelices (Guadalajara) -2005, perdieron la vida once brigadistas.

“RAYO LATENTE”



El incendio de Portugal tuvo lugar por la caída de un rayo en un árbol que ardió por muchas horas. La carga eléctrica penetra por las raíces y calcina su interior hasta que pasado un tiempo arde. Este fenómeno llamado “rayo latente” puede durar hasta 48 horas.
El fuego se propagó en un área de eucaliptos y pinos de alta inflamabilidad y que tuvo su mayor expresión por las condiciones meteorológicas extremas, lo que en el lenguaje de los ambientalistas se conoce como “la regla de la triple 30”: más de 30 grados de temperatura, más de 30 kilómetros hora de velocidad del viento y menos de 30 por ciento de humedad.


MÁS SUPERFICE AGRÍCOLA


El aumento de la masa forestal en España en detrimento de la superficie agrícola y habitada por el hombre da pie al riesgo de grandes incendios.
Para Raúl Quillez. Técnico Forestal del Consorcio de Bomberos de Valencia, España, y en entrevista para medios de comunicación de este país, los incendios forestales serán más virulentos con el paso de los años. “Quemar va a quemarse el paisaje, porque el fuego es inherente al clima mediterráneo, al cambio climático y el abandono del campo.

"En este país seguimos hablando de más aviones, más bomberos, pero esa es una estrategia de los años noventa, porque el escenario ha cambiado a peor, así que los políticos nos tienen que dejar a los que sabemos”.



martes, 19 de mayo de 2015

LLAMAS ADVIERTE ANTE AVALANCHAS COMO LAS DE SALGAR: LA CONSIGNA ES ¡REFORESTAR, REFORESTAR Y REFORESTAR!


ANTE AVALANCHAS COMO LAS DE SALGAR: LA CONSIGNA EN COLOMBIA ES ¡REFORESTAR, REFORESTAR Y REFORESTAR!

Según expertos en la materia entre ambientalistas, geológos y prevencionistas, en Colombia, no hay duda que estas han sido tragedias ya anunciadas. Como fueron las de Armero, las del río Páez, pero con todo y los resultados dolorosos que han arrojado, la lección no la hemos  aprendido todavía.



FOTO EL ESPECTADOR




En casos como estos, como reza el viejo adagio: “Soldado prevenido no muere en guerra”  y es que la prevención es la respuesta más valiosa para que comunidades en situaciones de riesgo  puedan evitar, con éxito, las duras consecuencias  que la naturaleza reserva cuando el hombre la descuida. Y no basta sólo con las ayudas tempranas que, en la mayoría de veces, son obedecidas por los habitantes de poblaciones vulnerables, pero que, en otras ocasiones, no son atendidas como se debería. En Armero, por ejemplo, sabían que una tragedia se aproximaba, pero algunos de sus pobladores no obedecieron al llamado para evacuar por temor a perder lo que tenían, su tierra, casas y pertenencias.


Desde esta tribuna virtual rememoramos lo que pasó con Armero y Páez, pero parece que la muerte, el dolor son la constante en estas zonas de América Latina, y tienden a acentuarse también, gracias, a fenómenos cambiantes del clima, favorecidos, claro está, por la mano del hombre.

Hoy lloramos la muerte de más hermanos colombianos por la avalancha en Salgar, suroeste antioqueño y escuchamos sus voces de lamento cuando dicen: “Pero ya se sabía que las continuas precipitaciones estaban represando el agua en la parte alta de la quebrada La Liboriana”, con los consecuentes  derrumbes y destrucción que produjo la desaparición de La Margarita, corregimiento de Salgar.

Ahora, la pregunta obligada de muchos es: ¿cuántos lugares más de nuestra débil topografía estarán próximos a sufrir las terribles consecuencias de un devastador albur, cuando las partes altas de las cuencas y las riberas de ríos y quebradas presentan una importante deforestación?

También las voces de reconocidos ingenieros ambientalistas y forestales señalan a la minería irresponsable como detonante propicio para derrumbes y contaminación de ríos y fuentes hídricas, esto a causa del arboricidio que se realiza en distintas zonas del país.



FOTO EFE 


Volviendo a la tragedia de Salgar, las lluvias fueron de tal magnitud en esa región que, según su Secretario de Ambiente, el domingo, un día antes del funesto hecho, se registraron quince derrumbes en San José Plateado, una reserva natural de 447 hectáreas del páramo. Los drenajes naturales colapsaron, los desprendimientos de tierra taponaron una de las fuentes que aumenta la quebrada La Liboriana lo que habría desencadenado el mar de lodo.

En medio de tan lamentable hecho, es de destacar las continuas labores de los organismos de socorro que en precarias condiciones y  ambiente adverso encontraron entre el fango y los escombros cuerpos sin vida de los lugareños.

Asimismo, la tecnología hizo presencia en el lugar con la llegada de un escáner que detecta los latidos del corazón de personas sobrevivientes de este desastre.


Cabe recordar que, Colombia, no es el único país expuesto a estas situaciones de riesgo por las inclemencias del tiempo. Países como Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, en fin el continente latinoamericano se encuentra en el epicentro  conocido como Milenio de los Desastres Climáticos. El atraso, la pobreza, la falta de acceso a la educación, y programas eficientes de reforestación, entre otras carencias, los convierten en zonas  frágiles, donde la naturaleza vuelca lo malo que ella recibe o lo bueno que deja de recibir del hombre.

Es por ello que los ambientalistas y los empresarios del mundo están preocupados por la situación que atraviesan países como el nuestro y hacen un llamado a  las comunidades  colombianas vulnerables a que, junto con sus autoridades municipales y organismos internacionales,  no ahorren tiempo, ni esfuerzos,  para responder a los desafíos que nos presenta la realidad climática mundial.

Porque de seguir así, dicen los especialistas del clima, no alcanzará toda la ayuda financiera de los gobiernos  y organizaciones humanitarias para paliar la avalancha de continuos desastres de pueblos y ciudades que tienden a acentuarse en el mundo.



martes, 27 de enero de 2015

LLAMAS EN LA HISTORIA. SIGUE ESTA NARRACIÓN LITERARIA DE CÓMO EL FUEGO INDETENIBLE DESTRUYE UNA CIUDAD


LA ORACIÓN SOBRE EL INCENDIO


Lino Lara Plaza de Bolívar al día siguiente del incendio de Las Galerías de Arrubla 1900


Cuando, al correr implacable del tiempo, uno de vosotros, - tú amigo mio que apenas pisas el dintel de la vida-, con la cabeza cubierta de nieve y la frente inclinada bajo el peso del recuerdo, diga con voz vacilante y lejana: mis ojos mortales vieron el incendio...

El fatídico recuerdo será como una leyenda de tiempos y lugares abolidos, como una oscura tragedia irreal en medio del bosque tenebroso de senderos impracticables. Se dijera que todos los personajes de aquella tragedia deberían llevar, como los sobrehumanos héroes de los mitos esquilianos el signo oscuro y grave de un fatum implacable.

Y seguimos con todo viviendo nuestra vida cotidiana y aquella inenarrable aventura, por una singular antinomia, ha  sembrado en nuestro ánimo un frío inextinguible: nada nos entusiasma, poco nos conmueve. La desgracia selló en nuestros labios una sonrisa burlona y un estoicismo risueño nos tiene acorazados contra ella. Quisiéramos decir que ya nada en el mundo podrá pasarnos que valga la pena de un gesto doliente y que nuestros nervios se gastaron para siempre ante el espanto. Porque ante todo fuimos testigos y actores, héroes y espectadores de una de las mayores catástrofes que hayan azotado ciudad alguna más confiada y desprevenida.

Pero cuando tú mozo que apenas comienzas la vida, al fin de tus años ante los ojos atónitos de generaciones fútiles evoques el fatídico recuerdo, tomará de nuevo vida palpitante y terrible aquella desmelenada tragedia de cabellera de llamas que pasó sobre nosotros fulgurante, barriendo hasta los últimos escombros de todo nuestro pasado. Y a los oídos pueriles enseñaras la Oración Sobre el Incendio: -Mis ojos mortales vieron el incendio-.

La villa dormía silenciosa y apacible bajo el candor de una luna de plata. El viejo reloj de la iglesia iba dejando caer lentamente las horas cristalinas. Los tardos pasos del transeúnte retrasado resonaban contra los muros de secas maderas antiguas, sonoras como una vieja guitarra. Apenas sí en el silencio se escuchaba la frase cotidiana de un piano inexperto, cargado de tedio provincial y el ladrido de los perros insomnes en el suburbio argentado de luna.

De repente, salta sobre los tejados el grito de nuestra campana, la nuestra, la de nuestra infancia y de nuestra juventud, la más sonora y cristalina que azotó nunca los cielos abiertos. ¡Fuego! Grita nuestra campana sobre lo alto de su torre. Y tras de ceñir con mano temblorosa el sumario vestido nocturno, a la calle somnolienta. Dos sombras corren desaladas dando gritos: ¡Incendio! ¡Incendio! ya son diez, veinte, cuarenta. Un pequeño grupo se agita en la esquina trágica, ya por las ventanas asoman las lenguas azules y viperinas de la llama. Agua, poca: bombas, ninguna; herramientas... Nada, nada...; y el grupo espasmódico se queda por un momento hebetado de pavor, mudo y estático ante lo irremediable. ¡la ciudad estaba herida en el corazón! Lo que todos pensaban, lo que todos temían.

Fue un segundo de estupor, y saltó enseguida el ancestral instinto de la batalla, y la multitud se lanzó por las puertas abiertas. Ya el fuego hervía como un horno en el vientre del viejo caserón, palenque en otro tiempo de la belleza y del ensueño. Los armarios se derrumbaban cargados de cristalería, los cielos se hundían con estrépito, y llamas fugaces de puntas azules como puñales buídos se insinuaban en el corazón de las paredes polvorientas. Un acre olor de humo y polvo y drogas sin nombre llenaban el ambiente de la vieja farmacia. Algo se derrumbó con estrépito en el oscuro patio y en el tumulto que se agitaba en la penumbra, apedreando la llama con cuánto hallaba, la voz traidora del miedo murmuró: hay gasolina, hay dinamita, hay cápsulas... Y el tumulto retrocedió a la calle, a la esquina nefanda. Entre tanto, de todos los extremos acudían las gentes aterradas: eran centenares, eran millares. Manos robustas rompieron las puertas de los almacenes de ferretería y en una instante todas las armas de ataque y de defensa, todas las herramientas de trabajo, las más inverosímiles y las más incongruas, brillaron en las manos de los batalladores.

Los cuatro pisos del Escorial eran ya un horno bramador y la llama apenas oculta, detrás de los paredones ponía toques rojizos en los rostros sudorosos y angustiados. Una llama sutil cruzó la calle por el mismo alambre que lleva la luz y el trabajo, hasta el alero resquebrajado y humeante de la casa vecina y pronto la roja vegetación empenachó el viejo maderamen. En pocos instantes los techos fueron un enorme penacho que regala el incendio en chispas infinitas y los paredones sobre el horno voraz, y entonces las llamas lamieron las nubes. El incendio era ya un sol imposible de mirar. En una hora la lepra roja mordió y redujo a pavesas uno, dos, diez edificios. En un circulo, todavía estrecho los defensores de la ciudad batallaban sin descanso. En pocos instantes se cortaba un edificio del techo hasta los cimientos; pero en aquella batalla inacabable, la llama vencedora siempre, tomaba su desquite; unas veces hormigueaba rastrera por los sótanos oscuros, hasta que se agarraba con su tentáculo envolvente al muro combustible; otras se insinuaban en la cumbre del tejado, brillaban en un instante como estrellas impalpables, hasta que soltaban su caudal de chispas como cometa de destrucción.  

En la plaza, iluminada por el lívido reflejo de los cielos alguien gritó: ¡cañones! El regimiento no tenía cañones, otro dijo ¡dinamita! dónde estaba la dinamita, nadie tenía la dinamita. Lágrimas de coraje corrían de ojos que nunca lloraron. Había ya comenzado la fuga del habitante indefenso. Los jefes de comercios abrían sus cajas con mano temblorosa y torpe, y a tientas buscaban libros, y documentos preciosos, dinero, guardaban todo aquello a montones en cajas desvencijadas, y apenas tenían tiempo de huir.

Por las calles adyacentes que la luz indirecta del incendio hacía más tenebrosas hormigueaba, tropezando y cayendo la multitud espesa que empujaba bultos cerrados de mercancías o llevaba sobre los hombros brazadas de géneros que se iban derramando y desaparecían bajo los pies fangosos de la multitud.

Roto el acueducto en muchas partes, corría por las calles inútil y saltante, manos apresuradas cavaban la tierra con instrumentos inverosímiles, creaban en pocos momentos un tanque de agua, y con mil vasijas, las más nobles y las más humildes, azotaban con agua aquella montaña de fuego, con un gesto tanto más heroico, cuanto más inútil.

Y aquel huir de las familias aterradas ¡de las casas salían racimos de mujeres y niños, apenas vestidos, muchos descalzos, cayendo y tropezando entre la sombra lívida¡ Buscaban amparo en las casas vecinas y una hora después tenían que huir a lugares más inaccesibles. Gentes angustiadas circulaban por entre la multitud espesa preguntando por seres queridos.

El tiempo estaba abolido. Nadie sabía la hora, Podían haber pasado siglos o momentos. El incendio era ya una inmensa llaga que ocupaba espacios inverosímiles. De lo alto de los tejados humeantes en donde luchaban los héroes, por aquel inmenso cráter, se veía agitarse, colgados de los aleros vertiginosas, las pequeñas siluetas de otros héroes anónimos que batallaban contra lo imposible, danzando entre las llamas. A veces el fuego socavaba los altos edificios; lamía los fundamentos, inundaba las bases y las columnas. Por un momento las grávidas estructuras tambaleaban como navíos arcaicos sobre el tempestuoso mar de fuego, se inclinaban lentamente y en horrísonos fracasos se hundían en el lago incandescente. Por un momento una columna de humo y chispas subía hasta las nubes y luego el oleaje de fuego cubría el naufragio irremediable.

Había comenzado el saqueo. Hasta entonces - a qué horas Dios mio- toda la ciudad en masa, ricos, y pobres, proletarios y banqueros, batallaban como hermanos. Cuantas manos encallecidas en la construcción de las soberbias fábricas eran las más expertas en la defensa, en la destrucción necesaria. Insignes labradores del nogal imperecedero, artistas del cedro perfumado que lo pulieron en sabios artesanados, los forjadores del hierro sonoro, los que cavaron la tierra y amasaron el barro y soldaron el zinc, todos estaban en la briega inmisericorde. Ardía la obra de sus propias manos.

Los grupos defensores de la ciudad se hacían cada vez más escasos con el alargamiento del frente de batalla y anónimamente estalló la primera carga de dinamita. Era una pequeña cápsula de gelatina empotrada en un grueso muro de mampostería; la casa tembló pero quedó en pié. El heroico remedio consistía en crear una ancha zona de escombros en torno del fuego enemigo. una trinchera nivelada en donde pudiera el hombre luchar siquiera cara a cara con el adversario. Se ensayó una libra de la gelatina fulminante y los edificios apenas se doblaron sobre sus cimientos.

Hubo un sobresalto de energía para defender la Catedral y la Casa Municipal. el monumento de la fe y la sede de nuestra ciudad. Fue una lucha titánica y colérica. Ardían los edificios fronterizos y una muralla humana cubría materialmente los sagrados muros, tostados, lamidos por el calor radiante, y una tromba de agua lanzada a brazo los cubría incesantemente, humeaba un friso demasiado recalentado, a punto de entrar en combustión y un chorro de agua refrescaba el friso febricitante, tal mano filial que unge la frente de la madre moribunda. Fueron horas de angustia sin nombre en que la ciudad se batió y triunfó al pie de dos símbolos inmarcesibles. A media noche mientras ardía su propio hogar el Pastor había retirado su Majestad. Fue una escena de grandeza sobrehumana. Alumbrado por los reflejos cárdenos del incendio, con los ojos llenos de lágrimas, como un patriarca en el circo, bendijo su ciudad martirizada. Piadosas mujeres recogieron los objetos sagrados y de la Casa Municipal, manos solicitas llevaron a lugar seguro el archivo de nuestra vida común; los pesados mamotretos, los sagrados papeles de prosa inexperta y enérgica, que firmaron nuestros abuelos con sus manos encallecidas por el trabajo.

Después... El sopor del incendio. Una ciudad que arde, que arde resignada a morir. En los suburbios están amontonados los despojos informes y las gentes desoladas buscan morosas lo que fue suyo. Muy lejos humea el fuego todavía vivo e incansable. La plebe duerme de embriaguez y de cansancio. Y unos cuántos grupos de próceres, últimos defensores de la ciudadela hacia el poniente, parecen sombras infernales. Negros de lodo, polvo y humo, desolladas las manos pesadas, hambrientos y sedientos, exánimes, roncos, congestionados y con los ojos cárdenos, trabajan como sonámbulos, destrozados por el cansancio y la fiebre de la acción, tras veinte horas de lucha implacable. Era el fin. La ciudad había muerto y nunca más se levantaría de sus ruinas. Fragmentos del Texto escrito por Aquilino Villegas.

Este cuadro de destrucción sucedió hace años, cuando los medios para confinar incendios eran nulos y las manos para combatir devastadores fuegos eran inexpertas. Parece mentira que hoy, con la cada vez mayor capacitación de hombres y mujeres, muchos lugares de Colombia estén expuestos a los sinsabores que, a su paso, suele dejar un voraz incendio. Preguntémonos: ¿Nuestro municipio o ciudad cuenta con un organismo bomberil bien equipado y trabaja en condiciones dignas para enfrentar lo impredecible?