EN EL PARO NACIONAL DEL 21N Y SUBSIGUIENTES MARCHAS, COLOMBIA ESCRIBE UNA
DE SUS PEORES PÁGINAS EN VIOLACIONES A LA FUERZA PÚBLICA Y DAÑOS IRREPARABLES A
SU ECONOMÍA…
“QUIÉN SE OPONE A LA AUTORIDAD SE REVELA CONTRA EL ORDEN DIVINO”
“¡Dios siempre puede más!”, dijo
ante miles de creyentes católicos, San Juan Pablo II, en su visita a México en
1990. En ese viaje, también, instó a los jóvenes: “Lleváis en vuestras manos como frágil tesoro, la esperanza del futuro.
El Señor tiene su confianza en la savia nueva que late en cada joven, como
promesa floreciente de vida. Por eso también deposita en vosotros una exigente
responsabilidad en cuanto artífices de una nueva civilización, la civilización
de la solidaridad y del amor entre los hombres”. San Juan de los Lagos,
México, martes ocho de mayo de 1990.
A los fieles laicos los invitó a
ser promotores artífices de reconciliación y paz para que así cesen los
antagonismos y conflictos que caracterizan buena parte de las relaciones en el
mundo.
Entender con estas palabras y
mensajes del Sumo Pontífice San Juan Pablo II que ni genocidios, guerras y
holocaustos han obtenido jamás respuestas triunfales en pro del bienestar social de las naciones y sí un terrible malestar de derrota y destrucción, con millones de valiosas vidas truncadas, donde los pueblos difícilmente logran su recuperación, demorándose largas décadas para lograrlo, porque su valioso capital: el hombre es su víctima principal.
Sólo la búsqueda incansable de
caminos más justos, de libertad, hermandad, solidaridad y amor entre los
hombres, harán del mundo un lugar fértil, de logros, donde todos nos
realicemos, con la ayuda de los dones dados por Dios a cada habitante de la
tierra, sin excepción, para el progreso y la felicidad de las comunidades y de
la familia humana.
El resentimiento, los prejuicios,
las venganzas, las envidias hacia el otro, hacia mi prójimo, retroceden el
avance positivo de los pueblos, de las familias, porque infortunadamente el
corazón del hombre se está dejando gobernar por el odio y no por el amor que es,
en últimas, lo que nos identifica como hijos de Dios, creados a su imagen y
semejanza.
“NOS RECORDÓ EL BOGOTAZO”
Foto: La República |
Los colombianos han sido y son un
pueblo hospitalario. De gente optimista, alegre, amable, trabajadora, donde se
refleja el espíritu de Dios. Una señora, Leonor Bustamante, fami-empresaria, no
pudo contener las lágrimas cuando en una de las continuas manifestaciones,
de los últimos días de noviembre en Bogotá, oía como una orquesta sinfónica
universitaria de más de trescientos músicos reunida en un parque del norte de
la capital, entonaba la canción “Colombia Tierra Querida” y con nostalgia y
pesadumbre nos decía: “Esta es la otra cara de los disturbios vividos en este
paro que, en su primer momento, nos recordó al “bogotazo”. ¡¡Eso no somos los
colombianos!! Marchas ha habido siempre. En una democracia la gente siempre
tiene algo que decir y todo vuelve a la normalidad. Pero…, en esta ocasión, parecía
que el mundo se hubiera enloquecido. Se lanzaban ladrillos, piedras, palos a la
fuerza pública que, prácticamente, estaba siendo “molida”, sin misericordia.
¡Ah! y los vidrios de los edificios de la alcaldía, su gobernación, el
Capitolio, el comercio, completamente rotos. Era una embestida total contra el
orden y la autoridad…”.
“SI NO ES PORQUE DISPARAN LOS EXTINTORES…”
Héctor Murcia, profesional en
Ciencia Forense y Criminalística dio su opinión sobre los temerarios sucesos padecidos
no sólo en Bogotá, también en Cundinamarca, Cali, Popayán, Santander y Medellín. “Todo el
mundo puede apreciar en vídeos que circulan por la red como una turba furibunda
y encapuchada se va contra los policías –mujeres y hombres jóvenes- apostados
en el edificio del Icetex. Si no es porque disparan los extintores sobre los
delincuentes, estos los hubieran casi que linchado, porque ya estaban encima de
sus escudos.
“Cuentan que, al parecer, a estos
sujetos les pagan para que arremetan de esa forma contra los servidores
públicos, cuyo único delito es resguardar la seguridad ciudadana, la honra,
bienes e integridad de los colombianos y que ello obedece a oscuros propósitos.
¡Dios nos guarde!”.
“POLICÍA PARA UN DÍA… POLICÍA PARA TODA LA VIDA”.
Lo cierto es que ante los ojos del
mundo, sin pudor alguno, la opinión pública es testigo del ensañamiento contra
los efectivos de la policía. Al punto que algunos medios de comunicación
presentan el testimonio de uno de sus jóvenes oficiales, quien perdió un ojo al
recibir una pedrada en una de las lamentables refriegas, el patrullero Walfren
Enrique Narváez de 27 años. En el momento que era víctima del ataque feroz,
escuchó las voces de sus atacantes que, con la mayor crueldad y sin un asomo de
humanidad, al lanzarle la piedra en el ojo cantaban: ¡Goool! ¡Goool!... ¡Gooool!,
como si se tratara de un inocente partido de fútbol. Pese a todo, con asombroso
valor, manifestó a los periodistas: “Nunca dejaré de ser policía hasta que me
muera. Policía para un día… Policía para toda la vida”.
Para el sociólogo Adair Puerto, lo
paradójico del brutal episodio es que hoy las movilizaciones en el mundo son por
el cambio climático y “mientras se atenta contra la vida de las especies
animales y vegetales, ¡ahí sí!, la sensibilidad del hombre no tiene límites;
pero ante el dolor humano, ante el que sufre injustamente pareciera importarnos
muy poco o nada”.
Las protestas, según la institución
policial, dejaron cerca de 345 uniformados heridos, con múltiples lesiones,
muchos de los cuales casi medio muertos. Pero no bastando lo sucedido contra la
Policía Nacional en Colombia, en la última semana del mes de noviembre en el
paro, tres policías y una joven de quince años –promesa futura para el deporte
nacional- fueron asesinados en Santander de Quilichao. En tanto que, en otra
manifestación, en medio de disturbios, en Neiva, Huila, un policía de cuarenta
y tres años, Alnoldo Verú, es impactado en la cabeza por una papa bomba,
ocasionándole heridas en el rostro, cuello y mano.
Cuando el caos prima son muchas las
víctimas que arrastra. Dilan Cruz,
recién graduado de bachiller perdió la vida en las protestas.
“ASEGURAR EL BIEN COMÚN DE LA SOCIEDAD”
Foto: AP Fernando Vergara |
Para saber qué importancia tiene la
autoridad en una sociedad nos remitimos al Catecismo de la Iglesia Católica
que, en su artículo dos Participación de
la Vida Social, Inciso I, en su numeral 1897, señala acerca de la autoridad:
“Se llama autoridad la cualidad en virtud de la cual personas o instituciones
dan leyes y órdenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia.
El numeral 1898 indica: “Toda
comunidad humana necesita una autoridad que la rija (CF. León XIII, encíclica
“Inmortale dei”; encíclica “Diu Turnum Illut”). Esta tiene su fundamento en la
naturaleza humana. Es necesaria para la unidad de la sociedad. Su misión
consiste en asegurar en cuanto sea posible el bien común de la sociedad.
En cuanto al numeral 1899 explica:
La autoridad exigida por el orden moral emana de Dios: “Sométanse todos a las
autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo, quien se opone a la
autoridad, se revela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre
sí mismos la condenación”. (Rm 13, 1-2; CF.1 P 2, 13-17).
En la penúltima semana de noviembre,
una de las más tenebrosas para la historia de Colombia, los instigadores,
insertados en las protestas, realizaron actos de turbación del orden, saqueando
supermercados, negocios comerciales, entidades bancarias, 101 estaciones de Transmilenio
destruidas. Además de prenderle fuego a la alcaldía de Facatativá y también
quemas de conteiners y llantas en Suba, Bogotá, en donde los vehículos de
bomberos fueron apedreados por la turba, sin poder contener los peligrosos
conatos que durarían hasta entrada la media noche. Así mismo la destrucción de la infraestructura
de la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Bogotá, la Capilla del Sagrario,
la Plaza de Bolívar, el Congreso, el Palacio de
Justicia, etcétera. Llegando a un
billón de pesos las pérdidas económicas por estos asaltos, que lamentablemente
pasarán su injusta cuenta a los bolsillos de los desprevenidos ciudadanos.
¿ADÓNDE VAMOS?
Al decir de los promotores
del paro nacional lo que querían eran ser escuchados por el gobierno del
Presidente Iván Duque Márquez, quien propuso convocar a los sectores
inconformes a una conversación nacional que se viene adelantando.
Sin embargo, hay voces de historiadores,
politólogos y partidarios de la democracia que se alzan pesimistas frente a lo
ocurrido en Colombia. Aseguran que América Latina está viviendo una etapa de
insurrección que va para otro Chile. Una
de estas voces es la del experto en Seguridad
y Defensa Nacional, la del ex senador Alfredo Rangel. Estas son algunas de sus
apreciaciones en diálogo que sostuvo con un destacado medio de comunicación
radial nacional, en donde aseguró lo siguiente:
“Es un designio político para tumbar al gobierno. Para debilitarlo, para
hacerlo colapsar. Aquí hay una motivación política que se disfraza, obviamente,
en una serie de reivindicaciones sociales. Se disfraza mal disfrazada, porque todas
las consignas que se agitaron para movilizar a la gente el día del paro eran
absolutamente falaces.
“Ya se ha repetido hasta el
cansancio que era en contra de una reforma laboral o pensional que no existía. Esto
no es cuestión de un día, del día 21 de noviembre. Esto viene de tiempo atrás.
Desde el primer día de gobierno del presidente Duque, se amenazó a este
gobierno con tener la gente movilizada en las calles protestando. El mismo día
de posesión del presidente Duque se organizaron 80 movilizaciones en ciudades
capitales, ciudades intermedias, y pequeños poblados en el país.
“Las cifras hablan de cerca de 600
movilizaciones, concentraciones de todo tipo durante este año en Bogotá, otras cifras hablan de doscientas
movilizaciones en todo el país, en los primeros cuatrocientos días del gobierno
del presidente Duque. Más o menos una movilización cada dos días. Esto tenía
como punto culminante el paro nacional del 21 de noviembre. Esto es parte de un
plan sistemático, de un propósito político de sectores radicales de extrema
izquierda para debilitar y tumbar el gobierno.
“Lo que empezó a suceder el 21 de
noviembre ya es un paso del Escalamiento de esa estrategia. Un paso ya para
generalizar la violencia, para crear una situación de anormalidad crónica, de
crispación, de miedo, a través de una
estrategia muy bien conocida en la teoría de seguridad como Insurrección Molecular Disipada.
Pequeños núcleos bien organizados y dispuestos crean el caos en el caso de
Bogotá o en Cali, a través de una acción vandálica promovida, de una manera planificada,
coordinada, muchos sitios dispersos en toda la ciudad y van esos grupos
atentando contra las infraestructuras, puntos neurálgicos de la ciudad, para
generalizar el caos. Poner la ciudad en una situación de absoluta intranquilidad, de miedo y de
violencia. Lo que vimos el 21 y en los días subsiguientes, porque esta estrategia
no para ahí. Quieren reemplazar la agenda del gobierno por su propia agenda. En
la medida en que se van dando concesiones de parte del gobierno va a seguir
dando un escalamiento. Esto tiene tres fases, esa estrategia de insurrección
molecular disipada: el Escalamiento, el Copamiento y la Saturación.
“La segunda fase es la de
Copamiento. Sectores de la ciudad comienzan a ser controlados por estos grupos
vandálicos, que van a impedir el ingreso de la fuerza pública. Esto lo estamos
viendo en Chile. La tercera etapa es la Saturación, el caos generalizado. El
gobierno pierde el control y se ocasiona una crisis política de grandes
dimensiones.
"Se enfrentan dos fuerzas: una
poderosa el Estado con su fuerza pública, y unos grupos pequeños minoritarios, débiles,
que por vía subjetiva, de publicidad, de ataque, haciendo ver a la fuerza
pública como una fuerza atrabiliaria, el malo de la película, que hace uso de una
fuerza excesiva, de manera no protocolaria y se habla de las manifestaciones,
pero de la policía herida nadie habla…”.
260.000 EMPLEOS NO SE MATERIALIZARON PARA LA ÉPOCA DECEMBRINA
El balance por la parálisis sufrida
en la actividad comercial, en especial, para la ciudad de Bogotá produjo un daño irreparable.
De acuerdo con el doctor Jaime Alberto
Cabal, Presidente de Fenalco, quien expresó a los medios de comunicación que al comercio le ocasionaron pérdidas
irrecuperables. “Día que se pierde no vuelve. Impacta la economía, aparte del
alto desempleo que hay en Colombia, uno de los más altos de América Latina. Las
mesas de diálogo son bienvenidas, pero el camino correcto es el Congreso para
debatir y solucionar”.
Para el ejecutivo gremial, los días
en que se presentaron las manifestaciones hoteles y restaurantes dejaron de
vincular a 260.000 trabajadores nuevos a la fuerza laboral. “Obviamente, muchos
comerciantes están pensando seriamente en esa decisión y la afectada es la
gente que quiere trabajar y no va a poder lograrlo. (Textoa:
Magnolia Patricia Rivas)