miércoles, 21 de abril de 2021

SARS CoV 2 EN SU TERCERA OLA: SIGNIFICATIVO ARTÍCULO SOBRE EL SUFRIMIENTO

 

 Cuando la muerte tiende a ascender en cifras alarmantes a causa del SARS Cov2 en el planeta, pese a las soluciones farmacológicas que la ciencia viene investigando, probando y en continua evolución, tratando de vencer así  la multiplicidad de variantes, cepas y mutaciones de este incansable  y metamorfoseo  patógeno, también hoy el hombre ve amenazada su vida por diversas clases de plagas, enfermedades terminales, convulsiones incontrolables de la naturaleza, hambres y guerras despiadadas, en distintos sitios del globo. Y para muchos sigue siendo una gran incógnita el porqué será que, en la mayoría de estos casos, llevan la peor parte, pagando con sus vidas, los individuos de buena fibra, de buena condición humana, siendo considerados así por sus familias, comunidades, amigos y relacionados.

Si eran buenas personas, ¿por qué enferman, sufren duros padecimientos, accidentes y mueren así? Hallamos este esclarecedor artículo que, en momentos tan duros como los que afrontamos, a la luz divina, nos responde dicho interrogante.  

 

“Quien sabe de dolor todo lo sabe”

 

“EL SUFRIMIENTO HACE BROTAR VIRTUDES DE ESTIRPE DIVINA”

Por el Dr. Robert Youngs (Selecciones del Reader's Digest)




Siempre ha desconcertado al hombre la injusticia del mundo que lo rodea, “¿Por qué?” se ha preguntado en todos los tiempos y todos los lugares, y esta pregunta es tan antigua como la primera lágrima y tan reciente como la última noticia que nos trae en su vibración la radio. Nos explicamos la muerte prematura de los malvados--, pero ¿por qué mueren jóvenes algunos santos? Halla justificación a nuestros ojos la enfermedad de un asesino; pero ¿por qué aflige la misma calamidad a los niños? Nos parece muy natural la desgracia en la vida de un infiel; pero ¿cómo cohonestarla en un creyente? La Biblia nos da la respuesta.

Empieza por recordarnos que los buenos padecen a menudo porque Dios, en cuanto naturaleza, no puede hacer distinciones (“Él hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores”.) Este es un mundo de normas y orden, donde todos estamos sujetos a la ley de la causalidad, prescindiendo de que seamos o no virtuosos. Los buenos están tan expuestos como los malos a contraer una enfermedad contagiosa. Y la costalada que reciben cuando resbalan y dan con sus huesos en el duro suelo es tan fuerte en unos como en otros. Si no fuera así, el mundo sería un lugar ilógico y regido por el capricho.

Para que reine el orden en la tierra es menester que los buenos vivan gobernados por las mismas leyes físicas que los malos, salvo que los buenos poseen una fe y una fortaleza espiritual que les permiten vencer al destino y a la adversidad.



La Biblia nos muestra también que en ocasiones los buenos padecen porque no atemperan la bondad con otras cualidades necesarias en la vida. (Por tanto, habéis de ser prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”.) En su parábola del mayordomo infiel, Jesucristo da a entender a sus discípulos que acaso padecerían menos si tuvieran tanta previsión como fe, tanto realismo como idealismo, tanta diligencia como espiritualidad. Podemos ser tan buenos como el oro cernido y, sin embargo, caer en la pobreza si no trabajamos. Con harta frecuencia los buenos padecen porque no acompañan sus oraciones de la debida prudencia.

Además, la Escritura nos enseña constantemente que los buenos padecen porque el sufrimiento es uno de los medios más seguros y eficaces de que se vale Dios para sacar a luz lo mejor de nuestro ser. Recordemos cómo San Pablo, enfermo en su carne, descubrió que cuanto mayor era su debilidad mayor era su fuerza.

El sufrimiento hace brotar y acendrarse en nosotros esas virtudes de estirpe divina que son el amor, la paciencia y la compasión. Sin el sufrimiento, la vida sería un fenómeno mecánico, de naturaleza puramente animal. Quien conozca el dolor no caerá en el engreimiento.

Y lo que importa más: el sufrimiento es el agente de que se sirve Dios para mejorar la condición de nuestro mundo. Si padecieran solamente los malos, se nos encallecería el corazón y diríamos: “¡Bah, bien merecido se lo tenían!”; pero si vemos sufrir a los buenos, exclamamos: “No debería ser”. Nada nos hace más generosos cuando se trata de dar nuestro óbolo para la lucha contra el cáncer que la vista de los estragos que causa el terrible mal entre los buenos. Nuestro mundo avanza desde el oscuro fondo del caos, de la barbarie y de la imperfección hacia una meta suprema. El sufrimiento de los buenos ha sido siempre un factor importante en la elevación moral de nuestra especie.


Edith Cavell (1865 - 1915) enfermera británica condenada a muerte y ejecutada por un pelotón de fusilamiento alemán. GETTY IMAGE

Se ha necesitado que Edith Cavell halla muerto fusilada, Juana de Arco quemada en una pira, y que millones de seres humanos cayeran víctimas de la artritis, la tuberculosis, la parálisis, para que nos decidiéramos a hacer frente a la injusticia y la enfermedad con nuestro dinero, nuestro cerebro y nuestra sangre.

Ojalá no fueran tan ciertas como son conmovedoras las palabras de Cyrus Bartol acerca del sufrimiento: “¡Cuántos dolores y cuántas lágrimas ha costado cada paso por la senda del progreso humano! Cada milímetro está santificado por el sacrificio de alguna alma noble. La humanidad ha ido dejando en cada uno de los hitos de su marcha hacia el bien la huella de sus pies ensangrentados!”.     

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