SOCIEDAD QUE EXTRAVÍA SUS NIÑOS ES VÍCTIMA DE LOS HIJOS DEL DESAMOR
Antes del deplorable y execrable atentado sicarial del que salió muy mal herido y lo tiene al borde de la muerte por impactos de bala en la cabeza y en una de sus piernas, cuando se hallaba en el ejercicio político de su precandidatura y respondiendo preguntas al público que se hallaba en el barrio Modelia, en Bogotá, este sábado siete de junio 2025, el Senador Miguel Uribe Turbay, como precandidato del Centro Democrático, habló sobre temas de salud mental, general y personas en situación de discapacidad. Esto dijo:
“Discapacidad: “Lo primero, es que vamos a trabajar para reconocer la economía del cuidado. Esos jóvenes que cuidan a sus familias. Esos jóvenes o mujeres que cuidan a sus papás, a sus hermanos, a sus tíos o a sus hijos, tienen que tener un reconocimiento. Segundo, vamos a tener albergues. Vamos a tener una estructura de cuidado, porque son muchas las personas que no pueden trabajar, o estudiar, porque tienen que cuidar a un familiar. Entonces, tenemos que trabajar en eso, primer punto.
“Segundo punto, vamos a trabajar en una política pública de discapacidad para que todas las personas en situación de discapacidad reciban la salud que corresponde. Pero, ¡ojo!, no todas las discapacidades son iguales ni limitantes. Así, que lo que tenemos que promover: que quién pueda trabajar lo haga en el marco de la discapacidad que tiene.
“Segundo, salud mental...” -Ahí, no termina la idea, porque una ráfaga de disparos cae sobre su humanidad-. En este punto, creemos, hay un aspecto premonitorio en su discurso y hace alusión a un tema bastante delicado y que va en aumento en Colombia, como lo es la salud mental. Cuando menciona la salud mental lleva a su cabeza el dedo índice de su mano izquierda, en ese instante, recibe por la espalda varios impactos de un arma de fuego, propinados por un sicario de catorce años y cae al suelo.
Este atentado es el resultado de nuestra indiferencia y permisividad como sociedad que ha fijado su mirada a todos lados, menos al foco de dónde se gestan los elementos nocivos de la sociedad, llevando a la perdición a los más pequeños, a los más débiles, en vez, de construir un país más equilibrado, más sano, donde sus individuos no sean esclavos del mundo oscuro de la criminalidad, del comercio ilegal de las drogas, de las armas, del reclutamiento de menores y de las organizaciones al margen de la ley, que han obtenido tal ventaja, que de no hacer algo urgente al respecto, y seguir ciegos, aceptando su mal actuar, estaremos cayendo en aquella frase popular, que dice: “En el país de los ciegos el tuerto es rey”.
Aquí cabe preguntarnos y podría ser un tema a discutir con carácter urgente en Colombia, ¿cómo está la salud mental de algunos de nuestros niños pequeños, jóvenes y adolescentes? ¿Y, obviamente, la de los adultos, sus padres, sus abuelos, parientes cercanos, encargados de su cuidado, educación y dirección?
La verdad es que, muchos de estos infantes deambulan sin dirección, siendo explotados laboral o sexualmente, por parte de sus mismos padres, madres, hermanos, parientes irresponsables, o proxenetas que, sin escrúpulo alguno, negocian con la carne ‘fresca’ de estos hijos del desamor.
De esta manera, son presa de las drogas, del microtráfico y toda una cascada de vicios y peligros, mal ejemplo que reciben, tristemente, desde las altas esferas de erradas administraciones que, se supone, deberían ser los intachables referentes de sus ciudadanos, de su niñez y de su juventud, ávida de buenos modelos de comportamiento, en un reino en donde sólo impera el caos, el engaño y la mentira.
Por eso, los vemos recorriendo calles de ciudades, provincias, municipios y veredas, aplicando sus propios códigos de conducta. Escapando de hogares disfuncionales, de padres violentos, de madres que, desde muy niñas, son objeto de violación y sin orientación sexual, acunan en sus ultrajados vientres, las nuevas víctimas que devolverán a la sociedad, aquello que no recibieron, que jamás conocieron y son hogares consistentes, construidos con amor, calor humano y formación cristiana, los ‘salvavidas’ para sentirse aceptados, necesarios, equilibrados emocionalmente y amados.
Porque, de no andar como ruedas sueltas, ante la mirada indiferente de muchos, podrían ser materia moldeable, ser las buenas personas que no le harían daño a nadie, no delinquirían, porque en medio de esa esterilidad del desamor no se les enseñó que la vida, tanto la de ellos, como la de los demás, es sagrada, es un milagro del amor, a la que nunca se le debe poner precio, porque no tiene precio, ni puede ser truncada por la equivocada voluntad de cualquier persona. Nadie tiene derecho a disponer de ella, como si se tratara de un accidente o una mercancía barata, sin valor.
Hoy, ante el dolor general de los colombianos, producto de esta embestida salvaje, cobarde y criminal, la gente, en los medios digitales, totalmente, indignada, se pregunta: “¿Y para qué los Códigos de infancia y adolescencia, si no mejoran la realidad en que se encuentran los chicos de este país, por el descuido, desorientación y violación a la que están sometidos en pleno siglo XXI, con increíbles adelantos tecnológicos y penetrados de la Inteligencia Artificial, pero, con un atraso de años para ser de nuestros pequeños, los hombres bien encauzados del mañana?
Mientras tanto, no podemos quejarnos, si Colombia está perdiendo a sus niños, extraviándolos, porque pareciera faltaran campañas educativas preocupadas en no permitir que los menores sean la mercancía atractiva de los grupos armados, bandas del crimen transnacional que los arrebatan del seno de sus frágiles composiciones familiares, para convertirlos en las máquinas de matar del mañana.
Y no es la pobreza, la excusa para recibir una paga a cambio del sacrificio de una invaluable vida, manchada de sangre inocente y portar un arma de fuego tipo glock, nueve milímetros, para cercenar la vida de un hombre significativo como el precandidato Miguel Uribe Turbay, un joven de sólo 39 años, con una carrera prometedora y brillante en la política, con una hoja de vida limpia, trabajador, buen ejecutor y con las capacidades para hacer de Colombia, un país libre, seguro y democrático.
Hoy, el discurso del Senador Miguel Uribe Turbay, en esa tarde aciaga, cobra gran relevancia, porque el país ha caído en el abismo de evidentes problemas de salud mental y moral, no sólo de quienes pregonan ser sus ‘dirigentes’, sino, también, de los menores que carentes de amor, valores y dirección espiritual, nadan en el resentimiento, el odio y la criminalidad.
Pero, ¿qué podemos esperar?, si se crean leyes contrarias al amor de Dios y a los derechos de los nasciturus, pudiendo vivir, los asesinan, antes de tener derecho a su existencia en este mundo, una vida que Dios les permitió. También, les frenan su derecho a la vida cuando se les adoctrina en ideologías deshumanizantes, neomarxistas que vulneran sus derechos y les arrebatan la familia.
Pequeños, a los cuales no se les respeta su identidad, su inocencia y se les quiere confundir con la mal intencionada pregunta: “¿Cómo te identificas...?”.
Entonces, con esta temible radiografía y persecución infantil, ¿cómo podemos dudar que nuestra sociedad no esté deteriorada en su salud mental? Es un tema que no da espera, porque entre más se dilate, se estará perdiendo el futuro del país, sus niños. Y unos menores y adolescentes enfermos, viciosos, sin amor, acabarán con Colombia. El atentado sufrido por el precandidato Miguel Uribe, nos está dando señales urgentes.
Por eso, Colombia llora. Reza. Se lamenta. Se estremece. Nos sacude. Nos despierta. ¡Clama justicia y seguridad! Y marcha con el Tricolor de la paz y la libertad, porque tanto los autores intelectuales como materiales de este cuasi magnicidio, son todos ellos los hijos que surgieron en los suburbios del desamor, del mal que, sin ningún escrúpulo, matan el amor, porque nunca lo conocieron. Ahora, los colombianos esperamos que la justicia no sea laxa, busque refugiarse en la impunidad, y a disgusto de muchos colombianos, siga siendo complaciente y a los culpables les caiga todo el peso de la ley, o Colombia terminará devorada por la insensible violencia e ignominia. ¡Sagrado Corazón de Jesús, Salva a Colombia! (Textos revista LLAMAS)
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