El virus que nos ha
cambiado el mundo
Juan Capafons (1) y Pedro Dorta (d) en un montaje fotográfico realizado para la ocasión Fotos Emeterio Suárez
Probablemente casi nadie recordará lo
que pasó el 30 de diciembre de 2019. Los periódicos nacionales se hacían eco de
que el acuerdo de investidura del primer gobierno de coalición de la democracia
española estaba casi listo al tiempo que informaban de una matanza de personas
inocentes en una pequeña iglesia de Texas. Nada parecía indicar que lo que
sucedería al día siguiente nos obligaría a repensar el mundo que conocíamos.
El 31 de diciembre una “neumonía de
causas desconocidas” hacía su aparición en la ciudad de Wuhan, una urbe de 11
millones de habitantes situada en el sur de China. Irrumpía así, por primera
vez en nuestras vidas, la enfermedad del Covid-19 y, con ella, la palabra
coronavirus. Así se bautizó al virus que ha puesto al revés nuestro mundo y
que, desde entonces, no ha dejado de sumar caos y sufrimiento.
El 11 de marzo el director general de
la Organización Mundial de la
Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus,
calificaba el coronavirus de pandemia. Un término que, según dijo, “no puede
usarse a la ligera”. Según Pedro Dorta Antequera, experto en
desastres naturales y climatología, y profesor de Geografía Física de la Universidad de La Laguna, hablar de pandemia es hablar de un
desastre biológico pero ¿comparable con qué?, ¿qué alcanza tal magnitud?
Si esta crisis sin precedentes
pudiera compararse con algunas de las catástrofes naturales que azotan el
planeta, las más indicadas serían, tal vez, los tsunamis o los terremotos.
“Podemos comparar el Covid-19 con varios desastres naturales ‒puntualiza el
experto‒ si nos atenemos al número de muertos que han provocado, como el
tsunami que en 2004 devastó la costa de Indonesia causando la muerte de 230.000
personas o el terremoto de Haití, en 2010, que se saldó con la terrible cifra
de 200.000 muertos”.
Pedro Dorta |
Desastre global
Sin embargo, “hay que decir que
estamos ante un desastre que afecta a todo el planeta de forma conjunta, algo
que ningún evento de origen natural ha hecho nunca porque una catástrofe
natural dura días o semanas, a lo sumo, pero los estragos que está causando el
coronavirus siguen prolongándose. Es
como si estuviésemos viviendo lo que durante mucho tiempo hemos visto en series
como The Black Mirror”.
Como esas ‘tv movies’ que durante
años han llenado los ratos de ocio de los aficionados a las historias sobre
desastres naturales en las que la humanidad lucha contra un enemigo invisible.
Y quizá la que más se asemeje a lo que estamos viviendo sea Contagio (2011),
de Steven Soderbergh: una americana (Gwyneth Paltrow) se infecta en un casino
de Hong Kong y propaga un virus letal por medio mundo mientras una experta de
la OMS (Marion Cotillard) inicia la búsqueda desesperada de una vacuna.
En esa ocasión, el cine se anticipaba
a la vida de una manera demasiado certera. Tanto, que los protagonistas de la
película han hecho un vídeo para el Departamento de Salud Pública de la
Universidad de Columbia con consejos para protegerse del coronavirus. Una
manera de advertir a la población de que quedarse en casa es la mejor forma de
combatir la pandemia.
“Nadie estaba preparado para esto, ni
nadie se hubiera imaginado nunca que esta situación llegase hasta este punto. El
coronavirus es un enemigo absolutamente desconocido que ha logrado confinar a
más de 3.000 millones de personas en todo el mundo, algo nunca visto en la
historia de la humanidad. Por eso no me gustaría encontrarme en el
papel de ningún gestor en esta crisis, porque me resulta inimaginable”, comenta
Dorta.
Algunos expertos han calificado ya al Covid-19 como la peste del siglo
XXI. El coronavirus se une así a las cinco pandemias más letales de la historia
de la humanidad: la viruela, el sarampión, la conocida como gripe española de
1918, la peste negra y el VIH. “No estamos
preparados y no había planes de contingencia para actuar. En España los
tenemos, pero no en la historia reciente, exceptuando la gripe del dieciocho,
en la que murieron más de 50 millones de personas”.
Pedro Dorta |
Oportunidad para el planeta
Con cautela, este experto en
climatología avanza que lo que está ocurriendo “podría ser una oportunidad para
empezar a aprender a tratar el planeta de otra forma y ver lo importante que es
hacer políticas ambientales. Es un buen entrenamiento para comportarnos
de una forma más acorde con el medio ambiente y dejar a un lado el consumo
energético irracional, porque no podemos vivir de espaldas a la naturaleza”.
No se puede vincular la aparición del
coronavirus con el cambio climático, que tiene más que ver con la
“superpoblación” del planeta, pero cuando nada
se sabía del Covid-19, las ciudades comenzaban el día a día atestadas de gente
en las calles, en el metro, en los bares… Si algo ha cambiado es la reducción
de la presencia del ser humano en los espacios naturales y la disminución de la
contaminación en muchos lugares del mundo.
Aunque una cosa es la contaminación
local y otra los gases de efecto invernadero, las medidas derivadas del
confinamiento han provocado un descenso de los niveles de Nitrógeno en las
ciudades más pobladas de España, según los últimos datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). “Dependiendo de lo que dure el confinamiento puede que se aprecie una
desaceleración en 2020”, apunta el experto de la ULL.
De momento, esta situación nos ha
regalado unas imágenes de la bella Venecia sin tránsito y con el agua de sus
canales casi transparente, de Madrid y Barcelona con un aire más limpio y de
ciervos deambulando a sus anchas por las calles de algunas ciudades de Japón.
La naturaleza ha empezado a recuperar su lugar en un planeta, donde el
confinamiento destroza la economía pero favorece al medio ambiente.
Juan Capafons |
Vidas confinadas
España ha cumplido ya un mes bajo el
estado de alarma. Poco a poco se volverá a la normalidad y se irán levantando
las restricciones. Y poco a poco se irá saliendo del confinamiento que ha
cambiado nuestras vidas, nuestras costumbres y rutinas. Aunque ya hay luz al
final del túnel, los expertos dicen que es mejor pensar solo en el día a día,
mantener el contacto con la familia y el entorno, y tirar de la creatividad
para mantener el ánimo bien alto.
Al preguntar a Juan Capafons Bonet
cómo se encuentra y cómo está viviendo esta situación, este catedrático de la Universidad
de La Laguna y experto en psicología clínica aprovecha para señalar lo
importante que es hacer esa pregunta en los tiempos que corren: “Cada uno vive
esto a su manera. Yo estoy razonablemente bien porque soy un privilegiado. Mi
área laboral se ha trastocado poco, mis clases en la universidad continúan
gracias al uso de las TIC y las mañanas están copadas con mi actividad
académica”.
Como psicólogo se pregunta cómo es
posible que algo que suena “casi ancestral se nos lleve por delante” en pleno siglo
XXI. “Yo creo que a todos, y yo el primero, nos ha sorprendido la magnitud de
las costumbres y planteamientos que hemos tenido que hacer en tan poco tiempo,
porque pasar de llevar una vida de lo más normal a una reclusión continuada no
es sencillo”.
“El confinamiento no es duro para el
que tenga una vida mínimamente acomodada. Es cierto que es pejiguero –molesto-
y cansino –agotador-, y nos quejamos, pero lo verdaderamente duro son las
pérdidas, a mí me impactan profundamente esas muertes tan terribles de seres
queridos a los que no se les ha podido acompañar ni decir adiós, algo con lo
que tendrán que vivir sus familiares el resto de sus vidas”.
“Lograr salir sin resquemor y dolor
extra de esta tragedia, sobre todo los que han sufrido pérdidas, no va a ser
fácil”. Lo dice alguien que conoce bien la psicooncología –rama especializada entre la psicología y la medicina que se ocupa de
las relaciones entre el comportamiento, los estados de salud y la enfermedad-
y que a lo largo de su carrera ha visto a muchos pacientes con estrés
postraumático. “Todas las muertes son
dolorosas pero aún más las de los que han enterrado a su padre casi de forma
teledirigida o los que han sufrido las muertes que no ‘tocaban’, las de
personas jóvenes”.
Tragedias que marcan
Y no hay que irse a una guerra para
evocar situaciones de “alta emotividad” que dejan huella en el ser humano: los
atentados del 11S, la matanza de Atocha, los atentados del 11M en Madrid o el
ataque al semanario parisino Charlie Hebdo, en 2015. “Si se
pregunta a alguien qué estaba haciendo, por ejemplo, durante los atentados de
las torres gemelas, seguro que contesta rápidamente”.
Dentro de unos años, cuando los niños
crezcan, recordarán que estuvieron encerrados en sus casas junto a sus padres
porque era la única forma de vencer a un virus terrible que afectó al mundo
entero. Y es que recordar las tragedias es algo que condiciona a los seres
humanos y cambia su percepción de la sociedad, por eso es imprescindible
revertir esta situación dramática en “un canto a la esperanza, porque vamos a
salir de esa etapa”, comenta Capafons.
Son tiempos duros y raros. El
filósofo italiano Nuccio Ordine ha señalado que “este es un momento importante
para reflexionar”, para reorganizar la vida, en todos los sentidos. Y, en
parte, así piensa también este catedrático: “Ojalá que esto nos sirva para
cambiar a mejor, ojalá la humanidad sea sensible. Al principio, la conducta
ante esta epidemia fue como la de los refugiados de guerra, pero la gran
diferencia es que el enemigo no es humano, es como si lucháramos contra un
agente externo, contra un enemigo invisible”.
Cuando el coronavirus afectaba solo a
China, en el mes de enero, se veía como algo lejano y ajeno. A diferencia del
ébola o el sida, las primeras informaciones que llegaban apuntaban a que se
trataba de un virus mucho menos letal que la gripe. “En algunas personas cuesta
más la empatía que en otras. Además, la globalidad y la distancia dificultaron
la empatía con lo que estaba pasando en Oriente, y costaba más ponerse en la
piel del otro”.
Ahora todos estamos en la piel del
otro. Todos somos los otros. El Covid-19 ha infectado ya a más de 1,9 millones
de personas –hoy son cerca de tres
millones- en todo el mundo y ha causado más de 127.000 muertes –ahora son más de medio millón-. En
España, la cifra de fallecidos supera ya los 18.500 y hay más de 177.000 casos
confirmados. Son cifras terriblemente dolorosas, pero también las hay
positivas. Casi 27.500 personas en nuestro país han logrado recuperarse y muchas
de ellas han podido regresar a sus trabajos. Las medidas adoptadas están dando
resultados.
Juan Capafons |
Balcones solidarios
“A nuestro cerebro le chirría que no
pueda hacer nada para salir de esta y, al mismo tiempo, que no hacer nada sea
lo mejor”, dice Capafons. Todo atisbo de positividad es savia pura para seguir
adelante. Sobre todo para el personal sanitario, que está en primera línea de
batalla velando por nuestra salud. Por ellos y ellas el mundo entero ha salido
a los balcones con aplausos, música, pancartas y mensajes de ánimo.
Las calles están vacías de gente y la
solidaridad y el agradecimiento llenan los balcones y las ventanas, cada día a
las ocho de la tarde, o a las siete, en nuestro caso. “Es magnífico y no
estamos exagerando. Hasta que terminemos el confinamiento seguiremos saliendo a
los balcones a aplaudir. Somos una especie de comunidad y el conocimiento
social es un chute de adrenalina. Desde los sanitarios, hasta las limpiadoras,
conserjes, guardias civiles, farmacéuticos, personal de supermercados,
taxistas… Todos son nuestros héroes”.
Si de algo nos hemos dado cuenta es
de que para ser un héroe o heroína no hace falta llevar una capa ni cruzar los
cielos como Superman. Los héroes son personas corrientes que usan batas y mascarillas,
que cuidan y consuelan a los que más lo necesitan y que han
estado y siguen estando en primera fila sin los medios necesarios. “Ahora
nos damos cuenta de lo importante que es invertir en investigación y
conocimiento, y aprovecho la oportunidad para insistir en ello”.
Cuando esta crisis toque fin, ¿cómo
reaccionaremos? Los comportamientos pueden ser distintos. Juan Capafons explica
que algunas personas (pocas) llevarán sus miedos hasta el extremo, como una
especie de temor obsesivo en todo lo que hagan; otras casi olvidarán, casi como
si nada hubiera pasado. Pero la gran mayoría estará en el medio, manteniendo la
cautela de una forma racional y controlada.
De momento, “no nos queda otra que
seguir aquí, ser más espartanos por las mañanas, ocupándonos de nuestras tareas
y dejando los fines de semana para nuestros ratos de ocio. Yo a mi alumnado le
estoy insistiendo en el aprendizaje, y aunque en la universidad es
relativamente fácil, en primaria y secundaria es más complicado, hay que ayudar
más a los niños a adaptarse a la situación”.
El Covid-19 ha
traído la muerte, ha sembrado el caos, ha confinado países y cerrado fronteras,
ha alejado a familias, ha castigado a los más vulnerables. Pero también ha
sacado lo mejor de nosotros, ha despertado la solidaridad, la creatividad, ha
abierto balcones y logrado que nos demos cuenta de que los héroes son personas
corrientes y de que invertir en ciencia y conocimiento es invertir en vida. Por
eso, un día más de confinamiento es un día menos con el virus.
(Publicado por Universidad de La Laguna, España)
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