lunes, 27 de abril de 2020

SARS CoV-2 LA PESTE QUE CONFINÓ A MÁS DE TRES MIL MILLONES DE PERSONAS EN EL PLANETA






El virus que nos ha cambiado el mundo


Juan Capafons (1) y Pedro Dorta (d) en un montaje fotográfico realizado para la ocasión Fotos Emeterio Suárez                     



Probablemente casi nadie recordará lo que pasó el 30 de diciembre de 2019. Los periódicos nacionales se hacían eco de que el acuerdo de investidura del primer gobierno de coalición de la democracia española estaba casi listo al tiempo que informaban de una matanza de personas inocentes en una pequeña iglesia de Texas. Nada parecía indicar que lo que sucedería al día siguiente nos obligaría a repensar el mundo que conocíamos.
El 31 de diciembre una “neumonía de causas desconocidas” hacía su aparición en la ciudad de Wuhan, una urbe de 11 millones de habitantes situada en el sur de China. Irrumpía así, por primera vez en nuestras vidas, la enfermedad del Covid-19 y, con ella, la palabra coronavirus. Así se bautizó al virus que ha puesto al revés nuestro mundo y que, desde entonces, no ha dejado de sumar caos y sufrimiento. 
El 11 de marzo el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, calificaba el coronavirus de pandemia. Un término que, según dijo, “no puede usarse a la ligera”. Según Pedro Dorta Antequera, experto en desastres naturales y climatología, y profesor de Geografía Física de la Universidad de La Laguna, hablar de pandemia es hablar de un desastre biológico pero ¿comparable con qué?, ¿qué alcanza tal magnitud?
Si esta crisis sin precedentes pudiera compararse con algunas de las catástrofes naturales que azotan el planeta, las más indicadas serían, tal vez, los tsunamis o los terremotos. “Podemos comparar el Covid-19 con varios desastres naturales ‒puntualiza el experto‒ si nos atenemos al número de muertos que han provocado, como el tsunami que en 2004 devastó la costa de Indonesia causando la muerte de 230.000 personas o el terremoto de Haití, en 2010, que se saldó con la terrible cifra de 200.000 muertos”.

Pedro Dorta


Desastre global
Sin embargo, “hay que decir que estamos ante un desastre que afecta a todo el planeta de forma conjunta, algo que ningún evento de origen natural ha hecho nunca porque una catástrofe natural dura días o semanas, a lo sumo, pero los estragos que está causando el coronavirus siguen prolongándose. Es como si estuviésemos viviendo lo que durante mucho tiempo hemos visto en series como The Black Mirror”. 
Como esas ‘tv movies’ que durante años han llenado los ratos de ocio de los aficionados a las historias sobre desastres naturales en las que la humanidad lucha contra un enemigo invisible. Y quizá la que más se asemeje a lo que estamos viviendo sea Contagio (2011), de Steven Soderbergh: una americana (Gwyneth Paltrow) se infecta en un casino de Hong Kong y propaga un virus letal por medio mundo mientras una experta de la OMS (Marion Cotillard) inicia la búsqueda desesperada de una vacuna.
En esa ocasión, el cine se anticipaba a la vida de una manera demasiado certera. Tanto, que los protagonistas de la película han hecho un vídeo para el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Columbia con consejos para protegerse del coronavirus. Una manera de advertir a la población de que quedarse en casa es la mejor forma de combatir la pandemia.
“Nadie estaba preparado para esto, ni nadie se hubiera imaginado nunca que esta situación llegase hasta este punto. El coronavirus es un enemigo absolutamente desconocido que ha logrado confinar a más de 3.000 millones de personas en todo el mundo, algo nunca visto en la historia de la humanidad. Por eso no me gustaría encontrarme en el papel de ningún gestor en esta crisis, porque me resulta inimaginable”, comenta Dorta. 
Algunos expertos han calificado ya al Covid-19 como la peste del siglo XXI. El coronavirus se une así a las cinco pandemias más letales de la historia de la humanidad: la viruela, el sarampión, la conocida como gripe española de 1918, la peste negra y el VIH. “No estamos preparados y no había planes de contingencia para actuar. En España los tenemos, pero no en la historia reciente, exceptuando la gripe del dieciocho, en la que murieron más de 50 millones de personas”.

Pedro Dorta


Oportunidad para el planeta
Con cautela, este experto en climatología avanza que lo que está ocurriendo “podría ser una oportunidad para empezar a aprender a tratar el planeta de otra forma y ver lo importante que es hacer políticas ambientales. Es un buen entrenamiento para comportarnos de una forma más acorde con el medio ambiente y dejar a un lado el consumo energético irracional, porque no podemos vivir de espaldas a la naturaleza”.
No se puede vincular la aparición del coronavirus con el cambio climático, que tiene más que ver con la “superpoblación” del planeta, pero cuando nada se sabía del Covid-19, las ciudades comenzaban el día a día atestadas de gente en las calles, en el metro, en los bares… Si algo ha cambiado es la reducción de la presencia del ser humano en los espacios naturales y la disminución de la contaminación en muchos lugares del mundo. 
Aunque una cosa es la contaminación local y otra los gases de efecto invernadero, las medidas derivadas del confinamiento han provocado un descenso de los niveles de Nitrógeno en las ciudades más pobladas de España, según los últimos datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). “Dependiendo de lo que dure el confinamiento puede que se aprecie una desaceleración en 2020”, apunta el experto de la ULL.
De momento, esta situación nos ha regalado unas imágenes de la bella Venecia sin tránsito y con el agua de sus canales casi transparente, de Madrid y Barcelona con un aire más limpio y de ciervos deambulando a sus anchas por las calles de algunas ciudades de Japón. La naturaleza ha empezado a recuperar su lugar en un planeta, donde el confinamiento destroza la economía pero favorece al medio ambiente. 

Juan Capafons


Vidas confinadas
España ha cumplido ya un mes bajo el estado de alarma. Poco a poco se volverá a la normalidad y se irán levantando las restricciones. Y poco a poco se irá saliendo del confinamiento que ha cambiado nuestras vidas, nuestras costumbres y rutinas. Aunque ya hay luz al final del túnel, los expertos dicen que es mejor pensar solo en el día a día, mantener el contacto con la familia y el entorno, y tirar de la creatividad para mantener el ánimo bien alto.
Al preguntar a Juan Capafons Bonet cómo se encuentra y cómo está viviendo esta situación, este catedrático de la Universidad de La Laguna y experto en psicología clínica aprovecha para señalar lo importante que es hacer esa pregunta en los tiempos que corren: “Cada uno vive esto a su manera. Yo estoy razonablemente bien porque soy un privilegiado. Mi área laboral se ha trastocado poco, mis clases en la universidad continúan gracias al uso de las TIC y las mañanas están copadas con mi actividad académica”.
Como psicólogo se pregunta cómo es posible que algo que suena “casi ancestral se nos lleve por delante” en pleno siglo XXI. “Yo creo que a todos, y yo el primero, nos ha sorprendido la magnitud de las costumbres y planteamientos que hemos tenido que hacer en tan poco tiempo, porque pasar de llevar una vida de lo más normal a una reclusión continuada no es sencillo”.
“El confinamiento no es duro para el que tenga una vida mínimamente acomodada. Es cierto que es pejiguero –molesto- y cansino –agotador-, y nos quejamos, pero lo verdaderamente duro son las pérdidas, a mí me impactan profundamente esas muertes tan terribles de seres queridos a los que no se les ha podido acompañar ni decir adiós, algo con lo que tendrán que vivir sus familiares el resto de sus vidas”.
“Lograr salir sin resquemor y dolor extra de esta tragedia, sobre todo los que han sufrido pérdidas, no va a ser fácil”. Lo dice alguien que conoce bien la psicooncología –rama especializada entre la psicología y la medicina que se ocupa de las relaciones entre el comportamiento, los estados de salud y la enfermedad- y que a lo largo de su carrera ha visto a muchos pacientes con estrés postraumático. “Todas las muertes son dolorosas pero aún más las de los que han enterrado a su padre casi de forma teledirigida o los que han sufrido las muertes que no ‘tocaban’, las de personas jóvenes”.
Tragedias que marcan
Y no hay que irse a una guerra para evocar situaciones de “alta emotividad” que dejan huella en el ser humano: los atentados del 11S, la matanza de Atocha, los atentados del 11M en Madrid o el ataque al semanario parisino Charlie Hebdo, en 2015. “Si se pregunta a alguien qué estaba haciendo, por ejemplo, durante los atentados de las torres gemelas, seguro que contesta rápidamente”.
Dentro de unos años, cuando los niños crezcan, recordarán que estuvieron encerrados en sus casas junto a sus padres porque era la única forma de vencer a un virus terrible que afectó al mundo entero. Y es que recordar las tragedias es algo que condiciona a los seres humanos y cambia su percepción de la sociedad, por eso es imprescindible revertir esta situación dramática en “un canto a la esperanza, porque vamos a salir de esa etapa”, comenta Capafons.
Son tiempos duros y raros. El filósofo italiano Nuccio Ordine ha señalado que “este es un momento importante para reflexionar”, para reorganizar la vida, en todos los sentidos. Y, en parte, así piensa también este catedrático: “Ojalá que esto nos sirva para cambiar a mejor, ojalá la humanidad sea sensible. Al principio, la conducta ante esta epidemia fue como la de los refugiados de guerra, pero la gran diferencia es que el enemigo no es humano, es como si lucháramos contra un agente externo, contra un enemigo invisible”.
Cuando el coronavirus afectaba solo a China, en el mes de enero, se veía como algo lejano y ajeno. A diferencia del ébola o el sida, las primeras informaciones que llegaban apuntaban a que se trataba de un virus mucho menos letal que la gripe. “En algunas personas cuesta más la empatía que en otras. Además, la globalidad y la distancia dificultaron la empatía con lo que estaba pasando en Oriente, y costaba más ponerse en la piel del otro”. 
Ahora todos estamos en la piel del otro. Todos somos los otros. El Covid-19 ha infectado ya a más de 1,9 millones de personas –hoy son cerca de tres millones- en todo el mundo y ha causado más de 127.000 muertes –ahora son más de medio millón-. En España, la cifra de fallecidos supera ya los 18.500 y hay más de 177.000 casos confirmados. Son cifras terriblemente dolorosas, pero también las hay positivas. Casi 27.500 personas en nuestro país han logrado recuperarse y muchas de ellas han podido regresar a sus trabajos. Las medidas adoptadas están dando resultados.

Juan Capafons

Balcones solidarios
“A nuestro cerebro le chirría que no pueda hacer nada para salir de esta y, al mismo tiempo, que no hacer nada sea lo mejor”, dice Capafons. Todo atisbo de positividad es savia pura para seguir adelante. Sobre todo para el personal sanitario, que está en primera línea de batalla velando por nuestra salud. Por ellos y ellas el mundo entero ha salido a los balcones con aplausos, música, pancartas y mensajes de ánimo.
Las calles están vacías de gente y la solidaridad y el agradecimiento llenan los balcones y las ventanas, cada día a las ocho de la tarde, o a las siete, en nuestro caso. “Es magnífico y no estamos exagerando. Hasta que terminemos el confinamiento seguiremos saliendo a los balcones a aplaudir. Somos una especie de comunidad y el conocimiento social es un chute de adrenalina. Desde los sanitarios, hasta las limpiadoras, conserjes, guardias civiles, farmacéuticos, personal de supermercados, taxistas… Todos son nuestros héroes”.
Si de algo nos hemos dado cuenta es de que para ser un héroe o heroína no hace falta llevar una capa ni cruzar los cielos como Superman. Los héroes son personas corrientes que usan batas y mascarillas, que cuidan y consuelan a los que más lo necesitan y que han estado y siguen estando en primera fila sin los medios necesarios. “Ahora nos damos cuenta de lo importante que es invertir en investigación y conocimiento, y aprovecho la oportunidad para insistir en ello”.
Cuando esta crisis toque fin, ¿cómo reaccionaremos? Los comportamientos pueden ser distintos. Juan Capafons explica que algunas personas (pocas) llevarán sus miedos hasta el extremo, como una especie de temor obsesivo en todo lo que hagan; otras casi olvidarán, casi como si nada hubiera pasado. Pero la gran mayoría estará en el medio, manteniendo la cautela de una forma racional y controlada.
De momento, “no nos queda otra que seguir aquí, ser más espartanos por las mañanas, ocupándonos de nuestras tareas y dejando los fines de semana para nuestros ratos de ocio. Yo a mi alumnado le estoy insistiendo en el aprendizaje, y aunque en la universidad es relativamente fácil, en primaria y secundaria es más complicado, hay que ayudar más a los niños a adaptarse a la situación”.
El Covid-19 ha traído la muerte, ha sembrado el caos, ha confinado países y cerrado fronteras, ha alejado a familias, ha castigado a los más vulnerables. Pero también ha sacado lo mejor de nosotros, ha despertado la solidaridad, la creatividad, ha abierto balcones y logrado que nos demos cuenta de que los héroes son personas corrientes y de que invertir en ciencia y conocimiento es invertir en vida. Por eso, un día más de confinamiento es un día menos con el virus
(Publicado por Universidad de La Laguna, España)




No hay comentarios:

Publicar un comentario